Ante todo cambio de paradigma social podemos observar en ésta, hechos que nos que nos conmueven por su dureza y dramatismo en el aspecto humano como social.
Recientemente la prensa divulgo en una breve reseña el índice de suicidios, tanto a nivel mundial como nacional y cuyas cifras son sobrecogedoras: un millón de suicidios al año, —en 20 millones de intentos— de los que nos corresponden 3457.
Pero lo que más sorprende de la noticia, es que la ciencia considera que son fruto de enfermedades mentales y en ningún momento ésta se cuestiona, si el sistema social que nos hemos dado tiene algo que ver en la resolución fatal de autolisis.
Los sociólogos lo atribuyen a “dilución de responsabilidad” la actitud de indiferencia social, en el siguiente caso, acaecido en el metro de la ciudad de Roma: Una discusión entre dos pasajeros un hombre y una mujer, ambos jóvenes, acaba con la agresión por parte de él, propinándole un puñetazo en el rosto que provoca una caída fulminante despaldas, al golpeándose la cabeza contra el suelo queda inconsciente, el joven indiferente al hecho, recoge su mochila del suelo y se aleja.
Durante más de un minuto —lo filman las cámaras de seguridad del metro— los pasajeros pasan indiferente ante la joven sin socorrerla. La ciudadana de nacionalidad rumana falleció. Lo contrario de la responsabilidad, ya no es la irresponsabilidad, sino el conformismo indiferente que nos avoca al “fracaso social”.
Hoy podemos constatar lo que la crisis económica, generada por la codicia especulativa de la magnificación del beneficio, está produciendo en la sociedad: aumento del paro, desahucios e incremento de la marginación fruto de la exclusión social.
Estos hechos son una breve pincelada de una sociedad que naufraga en un mar de ideas, donde prevalece el ideal: que es más importante tener que ser.
Ante este panorama social a día de hoy, comienzan a surgir alternativas, de forma y manera, que nos hacen suponer nuevos avatares en el paradigma social.
Cada vez es más frecuente observar colectivos en comunión silenciosa, meditar en busca de su “ser”, al intuir que la ciencia con su certidumbre y el materialismo que:“ha convertido en virtud la búsqueda del interés material”, no colman sus expectativas de felicidad, ni calman su dudas existenciales.
En un planeta con recursos finitos y cuyo moradores el “homo consumere” son insaciables, la vida “humana” tiene un tiempo de caducidad. Aún hay un atisbo de esperanza, en la rebelión de los esclavos el “homo sapiens”—la cual será incruenta o no será— su causa es “conocerse”, para ser con el otro.
“La única moral capaz de hacer el mundo vivible es aquella que éste dispuesta a sacrificar las ideas todas las veces que ellas entre en colisión con la vida, aunque sea la de una sola persona humana, porque ésta será siempre infinitamente más valiosa que las ideas”. El hombre rebelde de Albert Camus