27/8/17

Juan de Mairena (capitulo 5 )
                                                

Toda amistad se inicia con un encuentro fortuito o propiciado por el Ado de los dioses, nunca  lo sabré, pero de lo que si doy fe es que aún perdura. Fuimos alumnos en el mismo Instituto, recorrimos mil y una  vicisitudes juntos en una parte del camino, el destino tuvo a bien separarnos, pues ambos deseábamos iniciar un camino, aunque divergentes, el suyo la abogacía y el mío la medicina, ambos a mí criterio sociales y humanos.

Yo conocí a J. de Mairena en Instituto cursando quinto de bachillerato, teníamos convicciones políticas similares, obviamente de izquierdas. En aquella época yo residía en la calle Trafalgar no recuerdo el número, cerca de Arco del Triunfo. 
Tenía alquilada una habitación, en ella residía un compañero que también iba al mismo Instituto que J. de Mairena y yo. En aquellos tiempos había familias con necesidades que cubrir y alquilaban habitaciones como un medio para hacer frente a sus necesidades.

Cada tarde, sobre las 16,30h cogía el autobús 29 para ir al Instituto que si no recuerdo mal entrabamos a las 17,30h y salíamos sobre 22h. En aquellos tiempos yo trabajaba de peón, en unos telares sitos en la calle Valencia esquina a Montaña, mi horario era de las 6,30 h a las 14,30 h, durante la jornada mi cometido era transportar las bobinas, que generaban los telares al almacén, estas eran de dos tamaños, una de dos metros y otra de metro cincuenta, las transportábamos en una carretilla, como es obvio, no era de una en una, sino que acumulábamos unas cuantas, en función tamaño y peso.

Obviamente no era yo solo el que lo transportaba hasta el almacén, había otro compañero, un andaluz de nacido en el pueblo “Zahara de la Sierra” zahara (fortaleza) al que hacía honor. Era un hombre mayor de unos 50 años, de nombre Sócrates casualidades del destino, el filósofo por mí más importante, el artífice de los Diálogos de Platón, por el que siento veneración.

Teníamos un encargado al que despectivamente llamábamos el enano, no media más de metro veinte, era la mala uva concentrada, tenía como hobby, obligarnos a estar moviendo las bobinas de un sitio a otro del almacén. Un día en uno de los traslados, ordenado por el enano, tuve un esguince en el brazo izquierdo, razón por la que fui al médico de cabecera y me dio la baja laboral.

Una tarde le comente a J. de Mairena si habría alguna posibilidad, de que yo pudiera trabajar como interino, en su departamento de Hacienda. El me comento que lo preguntaría a su jefe, pues tenía entendido que necesitaban personal. Al cabo de unos días me comunico, que su jefe le había confirmado que si era posible.

Mi retorno al telar fue para confirmar que me dieran la cuenta y el finiquito, y como no despedirme de mi ilustre amigo Sócrates, al que nunca podré olvidar, su breve pero sincera amistad. 

En Marzo del 74 Juan de Mairena estuvo en mi boda.