28/3/10

La añoranza de un sueño

 libertad-democratica

Siempre anhelé vivir en democracia, tal vez, por el hecho de haber nacido en una dictadura. Tuve la suerte de ser emigrante y poder convivir en una sociedad democrática en Suiza, mucho antes de que se instaurara en nuestro país. Soñaba con el día en que pudiera ejercer el derecho al voto y que sensación sentiría al depositarlo en la urna, sabiendo que por primera vez elegiría a aquellos que habrían de gobernarnos. Fue una mañana de domingo, quince años después, vi realizado mi sueño, aún lo recuerdo con emoción, elegí mi opción política y me encaminé nervioso hacia la mesa electoral, era el segundo en la fila, le di el DNI al presidente de la mesa y por primera vez sentí: ciudadano Antonio, puedes votar. Ya era un ciudadano, en aquel instante me embargó la emoción y resbalaron por mis mejillas las primeras lágrimas democráticas.

El relato previo es necesario ya que no tengo la capacidad para describir con palabras mi sentir ante la determinación que pretendo tomar. No es una decisión fruto de una ofuscación, es el resultado una reflexión meditada, en las próximas elecciones votaré en blanco.

Nuestra democracia es representativa, es decir, con nuestro voto elegimos a los delegados de la opción política que nos van a representar en el congreso y en el senado, otorgándoles todo poder. Al no existir cauces democráticos para refutarlos durante la legislatura, en el supuesto de que nuestros elegidos no cumplan el programa con el que se hicieron meritorios de nuestra confianza. Nos convierte en meros espectadores de la obra democrática que se va representar.

Desde la primera legislatura de 1977 hasta la presente, siempre he votado al mismo partido, a pesar de no sentirme del todo representado. Procuraba mirar al horizonte ideológico con la esperanza puesta en el futuro. La diatriba política actual en nuestro país no deja margen para el optimismo. No podemos seguir siendo una sociedad “narcotizada” por uso partidista de los medios (fútbol; tele basura; gran hermano), la desinformación de la sociedad es manifiesta por el exceso de información sectaria. No debemos tolerar la corrupción empresarial o política como mal aceptable.

Es tiempo para la lucha incruenta mediante el uso racional de nuestro voto, sin pasión y en libertad por el bien común de nuestra sociedad sin otro objetivo que la satisfacción del bien hacer. Entiendo que la opción del voto en blanco, es la única forma de manifestar nuestra repulsa a los políticos que un día y otro también con sus actitudes manifiestan que no cumplen el ideario legislador que "vino a la política para servir" que "no a servirse”.

Es obvio que existe una crisis en la forma de hacer política y por ende en nuestros políticos. Del modo como la solucionemos esta crisis, será la impronta del tipo de sociedad que queremos. Todo depende de nosotros.

Para terminar quisiera, nunca tener que decirles a mis nietos: la democracia es la “añoranza de un sueño”.

24/3/10

Algunos recuerdos infantiles inconexos

 

Hace poco tuvimos a los hijos de mi hija mayor en casa. Al pequeño le mostraba un cuento y después de visionarlo repetidas veces, comencé a hacerle carantoñas, muecas y cosquillas en la barriga, de tal forma reía que se transformó en pura carcajada. Al cabo de un rato, tal agitación empezó a hacerme mella, así que decidí reclamar la ayuda de su padre, cuál fue mi sorpresa, cuando al coger el testigo mi yerno, mi nieto dijo: El papa no, el abuelo. Esta anécdota me hizo pensar, en lo poco que necesitamos para gozar.

El TBO

Me vinieron a la mente, recuerdos inconexos de mi infancia que por una u otra razón, me hicieron feliz… Mi padre hacía semana inglesa en la fábrica Inca de chocolates donde trabajaba de bombonero. Los sábados eran especiales. Durante algunos años siempre me trajo el comic El TBO. Para mí era un momento sublime que esperaba con impaciencia. Después de hojearlo, leía con detenimiento sus diversas historietas, en especial la de la Familia Ulises, pero siempre dejaba para el final la que más me fascinaba, la del profesor Franz de Copenhague Los Inventos del TBO. Algo tan humilde como las historietas de un tebeo me hacían gozar y la felicidad que me producían daba de sí para toda una semana y me mantenía la ilusión a la espera del próximo sábado.

La imaginación

Hay cualidades que pueden rayar el paroxismo. Mi padre era tan honrado que a pesar de trabajar en una fábrica de chocolates y bombones nunca trajo a casa ni un mísero bombón. Recuerdo que cuando llegaba de trabajar, además del beso de bienvenida, había una cosa que me encantaba hacer y que esperaba con inquietud: coger sus gruesas y grandes manos —así las recuerdo— y oler el aroma que desprendían a chocolate. Al cerrar los ojos era como si estuviera degustando el más exquisito bombón del mundo, no me cansaba de olerlas. Con que poco uno puede ser dichoso si posee imaginación. El Mayo del 68 acuñó una frase que hacer honor a este recuerdo “La imaginación al poder”.

La ilusión

Las posibilidades económicas de mis padres eran más bien escasas, lo que hacía que cualquier acontecimiento fuera de lo habitual supusiera para mí algo extraordinario. Aún tengo presente como si fuera a suceder a día de hoy la primera y única vez que tuve la oportunidad de ir al circo. Recuerdo que pasé toda la semana impaciente, en espera de que llegara el domingo para ir al Circo Price a la sesión de tarde. Aunque era un acontecimiento, lo que lo hizo especial fue el hecho de que por primera vez fuéramos solos los dos. Tal vez guardo tan grato recuerdo de aquel día porque nunca más volvió a suceder algo similar en nuestras vidas.

De estreno

Un niño con zapatos nuevos. Mi padre era de una estatura normal para su época, es decir, de uno sesenta, tenía un pie más bien pequeño, calzaba un cuarenta de talla. Con diez años yo ya podía calzarme sus zapatos, me iban un poco grandes, pero las necesidades económicas por un lado y el orgullo para mí de poder usarlos, convertían unos zapatos viejos en un regalo. No siempre podíamos ponerles un par de “medias suelas”, esta circunstancia propiciaba que a veces tuviera que ir a un pequeño basurero, cerca de casa, donde tiraba los retales de piel una fábrica de bolsos. Recortaba el retal de cuero de forma y manera que tapaba los orificios de las suelas. Con la ropa usada aunque limpia que había zurcido y lavado el sábado mi madre —como ella decía “pobres pero dignos”— y los zapatos de mi padre que “estrenaba” , el domingo, en verdad, me sentía, como un niño con zapatos nuevos.

Mi juguete

Nunca entendí por qué los juguetes con los que siempre soñaba, un mecano o un tren eléctrico, que año tras año solicitaba en mi carta a los Reyes Magos, nunca se me concedían. Mi madre siempre me consolaba, tal vez al año que viene, has de estar contento con lo que te han dejado, me decía. Siempre eran regalos ciertamente escasos, pero a pesar de ello, o tal vez por ello, me colmaban de felicidad.

De todas las cosas con las que podía hacer volar la imaginación, nada como la “mesa camilla”. Era una mesa redonda que a unos centímetros del suelo tenía un soporte, donde en el invierno se colocaba un brasero de carbón de encina. Habitualmente se la cubría con unas faldas, que en el invierno evitaban la pérdida del calor. Fue para mí el mejor juguete, unas veces era un fuerte americano en el que desde sus empalizadas nos defendíamos del ataque de los indios, otras un barco o un avión con el que surcar mares y cielos. Me pregunto qué hubiera hecho yo sin mi “camilla”.

La curiosidad

La educación y la curiosidad fueron dos constantes en mi infancia. Nosotros vivíamos en un segundo piso y para llegar a él tenía que subir por una escalera de un patio interior. En el último tramo, antes de acceder a mi casa, pasaba por delante de una ventana enrejada que daba a la cocina, de la “señoa Pepa”, nuestra vecina del piso inferior. No había vez, en que al pasar por delante no le diera los buenos días y no me interesara por lo que hacía, obviamente cocinar.

La “señoa Pepa” tenía un hijo poco mayor que yo “El Pepillo” que era gourmet de los huevos fritos con patatas. Me solía parar a charlar con ella y entre pregunta y pregunta aprovechaba a comer alguna patata frita que ella me ofrecía. Un día, guiado por la curiosidad y el impulso irrefrenable por comer una patata frita, introduje con tal ímpetu mi cabeza—de forma habitual alargaba la mano— entre las rejas que al intentar sacarla comprobé con estupor que no podía. Fue necesario usar un gato de carpintero para liberarme de mi prisión. Aprendí que la curiosidad le pierde al gato.

El héroe

El fútbol era, quizás no tanto como en la actualidad, el deporte “nacional” y ser forofo del Real Madrid te daba una identidad. Pero había otro deporte, el boxeo, que también levantaba pasiones, éstas más cercanas al deportista por ser habitualmente un vecino del propio barrio. 28bis Young MartinEn el mío teníamos a Young Martin un púgil de la categoría de peso Pluma, nuestro héroe del barrio al que todos los niños queríamos emular. Nunca me he sentido tan importante y feliz como en las veladas pugilísticas que tuve ocasión de realizar gracias a mi tío Nico, él me regalo los guantes de boxeo. Los combates tenían lugar en la taberna de mis abuelos.

El cuadrilátero lo formaban cuatro banquetas colocadas en los vértices, unidas por unas cuerdas imaginarias. Los focos, las tres bombillas de 60 W que iluminaban la taberna. El gong un almirez de bronce, que al golpearlo con el mango marcaba los tiempos de los asaltos. La atmósfera, como la de las veladas del Price, los parroquianos enardecidos jaleaban. 15 Con mis tios Rosario y NicoNico se ponía de cuclillas para estar a mi altura, yo trataba de dirigir algún gancho con la derecha a su mentón, al hacerlo abría mi guardia, con lo que recibía algún directo a mi nariz, haciendo que sangrara con facilidad. El árbitro, un parroquiano, me hacía ir a mi rincón para cortar la hemorragia, colocando algodones en los orificios nasales y, una vez controlada, reiniciábamos el combate de nuevo.

El combate concluía con la victoria de mi tío, a los puntos; en ese momento, por mis mejillas enrojecidas, sudorosas, se deslizaban unas las lágrimas, no por el castigo recibido, sino por la derrota. Un sentimiento de orgullo ponía en mi boca: ¡Tío, quiero la revancha! Y, como decía mi abuela: “genio y figura hasta la sepultura”, en realidad el orgullo de ser nunca me ha abandonado.

La memoria o el olvido ¿qué escoger?, me pregunto. Si bien los recuerdos hacen la vida más bella, el olvido la hace soportable.

20/3/10

Ciudadano de segunda ¿...?


Fui fumador desde los trece hasta los treinta y cuatro años cuando, por voluntad propia, deje de aspirar y exhalar humo. Descubrí de nuevo a través de los sentidos: fragancias, sabores, que en el transcurso de estos años me los había perdido. Dejé para siempre la angustia que me provocaba el quedarme sin tabaco a media noche, de las toses expectorantes de la mañana y del riesgo más eminente, que inminente, de padecer un cáncer de pulmón.

En 1996 EEUU inició una cruzada antitabaco que, de forma paulatina se ha ido extendiendo al resto de los países “ricos” del mundo, España entre ellos. En una primera fase se aplicó lo que treinta años antes se había realizado en EEUU; poner anuncios “fumar mata” en la cajetillas, que incluían imágenes potencialmente disuasorias. Pero a todo se acostumbra uno, así que se paso al encarecimiento del producto y a la prohibición de fumar en lugares públicos para, más tarde obligar a tener un lugar para fumadores y otro para no fumadores en la hostelería. Actualmente se está gestando la prohibición de fumar en todos los recintos públicos y privados.

Toda esta campaña se sustenta sobre la base —salud pública— de que la nicotina acorta la vida del ciudadano. Me pregunto ¿sólo la nicotina?, ¿y el alcohol, las comidas opíparas, las drogas, la sobrecarga laboral?. Es lógico pensar que, si se confiere al gobierno la capacidad de legislar sobre la nicotina, también debería hacerlo sobre, por ejemplo: la cantidad de copas que debemos tomar; el tipo de nutrientes y calorías de nuestra ingesta, etc…

Si reflexionamos sobre las causas aducidas por el Gobierno para la persecución sin piedad del fumador, y nos atemos a la información que aporta para prohibir o limitar su consumo, nos daremos cuenta de que los que destaca especialmente es que es un problema de salud pública. Según el AVAD índice propuesto por la OMS (años de vida ajustados en función de la discapacidad):el 8,9% de la mortalidad mundial es atribuida al uso de sustancias psicoactivas, distribuidas en 4,1% debido al tabaco, 4% por causa del alcohol y 0,8% en relación al conjunto de las drogas ilícitas.

El índice AVAD muestra que, la diferencia entre tabaco y alcohol como causas de mortalidad no son significativas. Si nos centramos en los jóvenes entre 14 y 18 la encuesta de salud del INE (2006) el consumo de tabaco ha bajado, y en lo referente al alcohol y las drogas (Cocaína y Cannabis) han aumentado. Entiendo que el gobierno, en base a la información que posee, le corresponde el deber de hacer saber a la ciudadanía que es lo que más le conviene para preservar su salud.

A pesar de que mi independencia de la nicotina me ha proporcionado ventajas, aún siento añoranza y hasta envidia de aquellos que fuman un cigarrillo, y no digamos, si es posible fumar un buen puro habano y gozar de su aroma en la sobremesa. Es evidente que este placer lleva implícito una penitencia; la de optar.

No pretendo con este artículo romper una lanza en favor del fumador sino mostrar el derecho que tiene todo ciudadano de elegir. Sin que su elección de fumar menoscabe sus derechos de ciudadano. Hay una parte considerable de nuestra sociedad que, con su actitud de intransigencia social, espoleada por el sistema, está comenzando a considerar a los fumadores ciudadanos de segunda clase: ¿Hacia dónde vamos?


Antonio Alonso 2010

15/3/10

Prohibido prohibir


Vaya por delante que, no soy un aficionado a la “fiesta nacional” pero como ciudadano de Catalunya no entiendo que el Parlament tenga que debatir —con la que está cayendo— la idoneidad o no de una ley que, prohíba las corridas de toros en Catalunya. Cierto es que, la democracia no es el derecho de las mayorías sino la defensa de las minorías.

Entre las muchas frases que en el Mayo del 68 existe una que viene a colación para el artículo que nos ocupa: Prohibido prohibir. En su época e incluso ahora para cierto sector de nuestra sociedad sonaba a anarquía, nada más lejos de la realidad, hoy es un viento de libertad en un entorno encorsetado por lo “políticamente correcto”. El tema a analizar es: Se debe prohibir la fiesta del toro bravo, en defensa del animal sacrificado, o por el contrario se han de mantener en aras de una tradición que se remonta al siglo XVIII.

El termino arte lo define el DUE de María Moliner como: Manera como se hace o debe hacerse una cosa, a tenor de la definición ¿se pueden considerar las corridas de toros son un arte?. Si es que sí, en toda sociedad que se precie el arte se ha de promover y proteger. Si por el contrario consideramos que no, porqué el sufrimiento de un animal en público hiere nuestra sensibilidad, cabría preguntarnos si el sufrimiento en privado de un animal es lícito.

Por todos es conocido los métodos que aplican aquellos granjeros que se dedican a la elaboración del paté de Oca y por no describir con detalle —para no alterar emotividad— la vida de diversos animales en las “granjas”. Es cierto que este razonamiento se puede tachar de simplista, puede, lo admito, pero también cabría hacer evidente la doble moral de los denunciantes, “ojos que no ven corazón que no siente”.

Llegado a este punto y para no generar una discusión bizantina, lo más razonable sería, “Prohibido prohibir” y que cada cual elija. Que el juicio soberano del respetable sea el que con su presencia, reafirme o rechace, la fiesta de los toros.

Dedicado a los maletillas, conozco uno.


14/3/10

Familia y breves recuerdos

 
Mis padres tuvieron tres hijos, dos varones y una niña, yo fui el primogénito, después de mí un segundo varón que murió al nacer, dos años más tarde la niña, a la que pusieron de nombre Mercedes como una hermana de mi padre, que había fallecido, siendo muy joven, en Astorga, de donde era oriundo mi padre. Siempre, al recordar a mi hermano,6 Mis primeros pasos que había sido enterrado en un cementerio próximo a nuestra casa, en el de Chamartín, le suponía en el limbo esperando volver a nacer, porque no le habían bautizado al haber nacido muerto. Era para mí como si no hubiera nacido, estaba convencido de que algún día volvería y nos encontraríamos a pesar de que naciera en otra familia, él para mí siempre seria mi hermano.
La llegada a este mundo de Mercedes, la Merche como la llamamos, es quizás uno de los primeros recuerdos que tengo de la infancia. Recuerdo la pequeña cocina de la vivienda ubicada en la trastienda, de la taberna de mis abuelos, aquella noche debí de dormir en casa de los abuelos. Aún tengo viva la escena de aquel instante: subido en una pequeña silla de esparto y a la tía Rosario, la hermana menor de mi madre, que me vestía para ir a conocer a mi hermana, que había nacido de madrugada en nuestra casa del barrio de Tetuán. Aún hoy siento, al rememorar la escena, la emoción de aquel instante.
Guardo recuerdos de mi primera infancia aunque desdibujados, seguro que aquellos hechos debieron ser muy gratificantes; la memoria, que suele ser selectiva, no los ha borrado.
Uno de ellos es el de Dña. Josefina, mi primera maestra. La imagen que guardo de ella es la de una señora mayor, de cara redonda con facciones dulces y temperamento afable. 7 Mi hermana y yoEl colegio constaba de una sola clase, al lado de la vivienda de la maestra. La sala era rectangular en uno de los lados mayores, había tres ventanas que daban a la calle, en su vértice del fondo de la clase, había una mesa de madera donde se sentaba doña Josefina, justo delante del encerado. Desde ese lugar estratégico, Dña. Josefina nos impartía las lecciones del Catón a la vez que veía –a través de la ventana- pasar a los vecinos.
De todos los recados que me encargaba mi madre, ir a buscar la leche era para mí el más importante del día. Me gustaba tanto la leche que pensaba, cuando sea mayor nunca beberé agua, saciaré mi sed con la leche. Estaban tan impregnadas mis papilas olfativas de la atmósfera del establo, que era una adicción a la que no podía renunciar. La vaquería del Sr. Tomás, así se llamaba el dueño, estaba a escasos metros de nuestra casa. Solía ir cada día a por tres cuartos de litro de leche con la lechera: un recipiente de aluminio de forma cilíndrica con tapadera y asa.
Del mantenimiento del establo se encargaban sus dos hijos: Tomás, el mayor, y José. Entre ambos se repartían el quehacer de llenar los pesebres con alfalfa y algunos nabos, limpiar las plastas de excrementos, cuyo olor característico–que tanto me agradaba- invadía el establo, y lavar las ubres de las vacas antes de ordeñarlas. Me quedaba ensimismado contemplado a Tomas ordeñando, sus manos grandes, fuertes, apretaban con fuerza los pezones de la ubre y a ritmo hacía salir un chorro de leche humeante que golpeaba las paredes metálicas del cubo, sujetado entre sus piernas, produciendo una melodía celestial para mí.
Me encantaba hablar con ellos, sobre todo con Tomás, aficionado al boxeo. Su ídolo era Floyd Patterson. Mi ídolo era Young Martin, un boxeador de peso pluma vecino del barrio de Estrecho, donde residían mis abuelos. Pero esta es otra historia. Ir a buscar el pan a la tahona de la Sra. Luisa y de paso comprar algo necesario en la tienda de ultramarinos del Sr. Jerónimo , la mayoría de las veces de fiado, eran los recados habituales que debía hacer antes de poder bajar a la calle a jugar con “el Jero”, cuyo padre era dueño de la tienda de ultramarinos. Él fue durante los años en los que residí en el barrio de Tetuán mi amigo incondicional, con él compartí secretos y aventuras. Su casa que hacía costado con la mía, era una planta baja con un patio interior, en que había un roble cuyas ramas se alcanzaban desde mi terraza. Solíamos trepar a él y haciendo gala de nuestra imaginación infantil, era unas veces un fuerte Americano, otras el árbol de Tarzán o una nave espacial. Acompañaban al viejo roble unos pequeños árboles que daban cada dos años una flor en forma de racimo de suave aroma, de nombre de Lilas.
También había un buen número de macetas con geranios de color rojo y blanco.37 Mi amigo Jero En ese patio junto “al Jero” viví las más insólitas aventuras y no pocas travesuras de las que las más de las veces solíamos escapar indemnes. Me viene a la mente el recuerdo de una; de la que pudimos salir muy mal parados: Había en el patio un pequeño cobertizo en el que guardaban herramientas, una gata decidió parir en él una camada.
Era tal nuestra ilusión por tocar las crías, que decidimos expulsar a la gata del cobertizo. La oportuna actuación de su madre, Dña. Juana, evitó que no resultáramos heridos de consideración. Todo acabó en múltiples rasguños en los brazos y sin el preciado chocolate de la merienda.
Al Sr Jerónimo, su padre le recuerdo como un hombre afable, instruido, que hablaba francés y leía el Paris Match. El comedor de su casa estaba amueblado con estilo clásico de la época: un aparador donde se guardaba la mantelería, vajilla, cristalería para las grandes ocasiones; una librería haciendo juego con el aparador, en cuyos estantes se alineaba “La Gran Enciclopedia Espasa Calpe” celosamente guardada bajo llave por puertas acristaladas. Siempre soñaba con poseer una igual cuando fuera mayor, pero —paradojas de la vida— ahora que puedo no me cabe en casa. Había también en el comedor un cuadro con una escena de caza mayor y unos visillos con dibujos florales que cubrían un amplio ventanal. El conjunto tenía para mí una gran solemnidad. Encima del aparador, había algo que siempre me llamaba la atención, un balón de fútbol, especialmente porque el Sr. Jerónimo no era aficionado al deporte nacional. Un día descubrí que contenía en su interior una botella de licor y un juego de copas.
En una de las repisas se amontonaban las revistas del Paris Match. Mi insaciable curiosidad hizo posible descubrir, sin pretenderlo y quizás demasiado pronto, la crueldad del ser “humano”. Fue a través de un reportaje fotográfico sobre un campo de concentración, más tarde supe que era el de Mauthausen que mostraba los horrores de la guerra, imágenes de cuerpos escuálidos apilados para ser quemados.
Por causa de la enfermedad de mi madre nos tuvimos que ir a vivir a casa de mis abuelos. Yo tenía doce años y esta separación física la sentí como la amputación de un miembro. Me alejaban para siempre de mi barrio y, lo que era peor, del fiel amigo. Hoy en día, cuando de tarde en tarde tenemos ocasión de vernos —nos rencontramos cuarenta años después— solemos rememorar aquellas aventuras. Cuan hermosa es la inocencia.

Sociedad delegada



Con la instauración de la democracia en nuestro país, después de casi cuarenta años de una dictadura, el 15 de Junio del 1977 pudo por fin, el pueblo elegir democráticamente a sus representantes, dos años más tarde votó la Constitución, Carta Magna donde se recogen nuestros derechos y obligaciones.

A día de hoy, transcurridos más de treinta años podemos observar que, si bien reclamamos de forma sistemática, a veces incluso con indignación, los derechos que creemos nos asisten, cuando se nos interpela sobre nuestras obligaciones como ciudadanos, nos sentimos ofendidos y con vehemencia solemos responder: "yo ya pago mis impuestos", lo que supuestamente nos legitima para ir en contra de toda legalidad democrática, es más, llegamos a considerar avispado al que elude la ley o le consideramos un héroe que se “ha hecho a sí mismo”.

Este doble rasero de víctima y no culpable hace que nuestra sociedad se halle huérfana de valores tales como la responsabilidad y por ende la libertad. Al observar nuestro comportamiento social diría que volvemos a las fuentes del culto a una nueva deidad a la que adorar: al dinero y al experto. Estos -como esa deidades del pasado- nos liberan de la necesidad de pensar y con sus designios nos hacen inmunes a cualquier sentimiento de culpabilidad, e igualmente esclavos.

Los pilares en los que se sustenta toda sociedad son: la educación, la justicia, la salud y los valores que en toda comunidad humana han de darse para su cohesión. Nuestra actitud frente a ellos, al encomendar a otro nuestro deber, es un fiel reflejo de una “sociedad delegada”.

El neoculto nos incita a la búsqueda del prestigio “es más importante tener que ser”, en nuestro entorno social donde, en ausencia de libertad ("La libertad se mide en tiempo libre" Marx) delegamos cometidos personales e ineludibles al “experto”, el cual nos libera de nuestro compromiso social mediante el pago del “diezmo”.

La salud es un claro ejemplo de delegación. Hoy ante el más mínimo síntoma recurrimos al Dr. especialista, hemos perdido aquella cultura ancestral de nuestras abuelas que les permitió afrontar determinadas dolencias. Hoy ya no recurrimos a remedios caseros para la curación de un simple resfriado, reclamamos la prescripción del antibiótico y utilizamos la cirugía para moldear nuestra imagen en función de la moda. No somos capaces de afrontar el más mínimo fracaso, social o profesional sin recurrir al psiquíatra. La medicina es ya un artículo más de consumo a ofertar al “ciudadano” consumidor.

Es mucho lo que nos perdemos al delegar, nos perdemos lo que nos hace diferentes del resto de los seres, la posibilidad de crear y el gozo del proceso artesanal del bien hacer, cada uno es su propio alfarero que, con sus manos, habrá de dar forma día a día a su presente.

Dedicado a mí amigo Juan.



10/3/10

Tolerancia


A lo largo de nuestra historia hemos dado fe de que si hay algo que nos caracteriza es nuestra pasión a la hora de defender aquello en lo que creemos, sin más valoración que nuestro criterio. Pero este criterio se basa más en las convicciones que en las razones para ello. Por ello, es harto frecuente en nuestra vida social observar como hacemos una defensa numantina de causas que chirrían al confrontarlas a un mínimo juicio racional. Esta actitud se tipifica como  “prejuicio”.

El pasado día 24 de febrero se aprobó en el senado la “LEY ORGÁNICA DE SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA Y DE LA INTERRUPCIÓN VOLUNTARIA DEL EMBARAZO”. He de confesar que me sentí un tanto molesto por la algarabía de unos y los silencios “hipócritas” de los otros. Me molesta la actitud de los primeros porque, si bien el enunciado aporta conceptos positivos para la salud, el último apartado no dejar de ser una “ley de dolor” aunque justa y necesaria en esta sociedad que nos hemos dado, donde la sexualidad está banalizada. Del silencio de los segundos, secretos y mentiras, aún recuerdo los viajes de fines de semana de las jóvenes pudientes de “compras a Londres con sus “papas”.

Tengo, como no podía ser de otra manera, compañeros y amigos —no la mayoría— que están abiertamente en contra esta ley. Les pueden más sus convicciones religiosas a la hora de emitir un juicio que un dialogo sosegado y reflexivo de la misma sencillamente porque tal vez no se la han leído. Las creencias de fe son todas para mí respetables, pero han de subscribirse al ámbito personal o familiar si cabe, lo que no es ,a mi entender, querer imponer un criterio social basado en una fe; lo que supondría volver a tiempos pretéritos. De todos es conocido que “la democracia” es el menos malo de los sistemas, pero es el más plural . Si somos capaces de crear vías de participación desde la tolerancia desechando los prejuicios, seguramente lograremos que no sean necesarias más “leyes de dolor”.



7/3/10

Lo que nos faltaba


Si no teníamos bastante con los expertos en economía que nos vaticinan, un día sí y otro también que, no percibiremos pensión alguna por vivir demasiado, ahora nos dicen que la jubilación temprana debilita nuestra capacidad cognitiva y cuyo remedio no es otro que seguir trabajando sine die. A tenor del estudio ya no basta con hacerse un plan de pensiones, para implementarla, sino que a demás hemos de morir con las botas puestas. La ciencia adelanta que es una barbaridad, la idiotez también. 

 Cita el artículo

Rohwedder, Susann, y Robert J. Willis. 2010. "Mental de Retiro." Journal of Economic Perspectives, 24 (1): 119-38.

DOI: 10.1257/jep.24.1.119

Resumen

La jubilación anticipada parece tener un impacto negativo significativo en la capacidad cognitiva de las personas de unos 60 años que sea cuantitativamente importante y causal. Se obtiene esta conclusión utilizando datos de una encuesta transversal a nivel nacional comparable de los Estados Unidos, Inglaterra y Europa, que nos permiten relacionar la cognición y el estado de fuerza de trabajo. Nosotros sostenemos que el efecto es causal, haciendo uso de un volumen considerable de investigaciones que muestran que la variación en las pensiones, los impuestos y las políticas de discapacidad explican la mayor variación entre los países de los tipos de media de jubilación. (De manera informal, estamos afirmando que las políticas públicas que afectan a la edad de jubilación pueden ser utilizadas como variables instrumentales para generar la variación en el comportamiento de los países de jubilación a fin de determinar el efecto causal de jubilación sobre la cognición.)

Alma


Soy fruto,

de un sueño quebrado

 y de un puño en alto,

amamantado por las ubres secas,

de tanto llanto.

 

Crecí en la tierra del no pasarán

acompañado de mis héroes:

el Guerrero del Antifaz

y un amigo fabulador,

de oficio tranviario.

 

Un día partí, como vi partir,

con una maleta de cartón piedra,

llena de necesidades.

¿Volverás?...

  ¡Jamás os olvidaré!

 exclamé con voz quebrada,

 

Tenía en los ojos

el brillo de la ilusión,

en el alma dolor

y en el corazón,

el ardid de la esperanza.

 

Deje mí calle y  mí barrio,

por otra calle, por otro barrio,

ya solo anhelo “renacer”

para volver.

                                                                                  Antonio Alonso 2010

5/3/10

Desaprender lo aprendido

En navidad podemos recuperar de nuevo la inocencia, a través de la ilusión de nuestros locos bajitos, que nos transportan a través del tiempo y el espacio a aquellos años de nuestra más tierna infancia. Se preguntaran el porqué de este comienzo, en un artículo sobre “Desaprender lo aprendido”. Porque tiene que ver con el retorno a la inocencia.

La muerte siempre ha sido es y probablemente será, la gran incógnita de la humanidad. Durante milenios, el ser humano la asumió como el tránsito a la paz eterna, hallando consuelo en la invocación a sus deidades, al percibir el mundo natural que le rodea impregnado de sentido, sentido cuyo significado era al mismo tiempo humano y cósmico.

Con Copérnico, surge una nueva cosmovisión, dejamos de ser el centro del universo creado a ser una parte de él. El racionalismo y el empirismo que surge durante la Ilustración cumplen una función liberadora, pero paradójicamente, la nueva visión del cosmos genera angustia, al no tener una respuesta, a la finitud humana.

En algún momento de nuestra existencia, tal vez sintamos la necesidad de buscar en nuestro interior una explicación a la finitud, que no hemos podido hallar en el acontecer diario de nuestra vida. En un sistema dual de pares opuestos –bueno y malo; blanco y negro− que utiliza fronteras invisibles, para separar: el ellos del nosotros. La sensación de vacío existencial, es un nuevo comienzo al final un camino: Desaprender lo aprendido. Para retornar a la inocencia desde el saber.

Aprovechemos la oportunidad que, nos ofrece, la inocencia de nuestros seres más queridos, para meditar y volver a ella.

Citas:

Evangelio de santo Tomas, dice:

Siendo niños, ¿entraremos, pues, en el Reino? […] cuando hagáis del varón y la hembra uno solo, entonces entraréis en el Reino.

El Tao nos dice Lao Tse dice:

¿Hay diferencia entre el sí y el no?  ¿Hay diferencia entre el bien y el mal?

 […]

Tener y no tener nacen juntos.  Entre largo y corto hay contraste.

                                                                                                                                                    

3/3/10

Hijo del Mediterráneo


Es tu piel blanca azucena,

tu cabello un trigal,

tu sonrisa un tesoro,

tus ojos, tus ojos son puro mar.

Hacemos votos,

aquellos que te amamos,

para que tu vida sea,

el generoso fluir

que evoca tu nombre.

Nil

Antonio Alonso

A mí nieto que, sus años son tan extensos y generosos como su nombre, nació un 29 de febrero del 2008

1/3/10

RELATOS DE UNA VIDA (1945/1964)

 

Del abuelo para vosotros.

Estas vivencias “Relatos de una vida (1945/1964)” son fruto del cariño que proceso a los “locos bajitos” de la casa que con su amor sincero nos iluminan, mis nietos Joel, Selene y Nil.

Y como no, a las tres mujeres de mi alma.

  Preámbulo

A ti, allí donde estés madre, quiero contarte:

Son tantas cosas que la verdad no sé por dónde comenzar. Quizás sea mejor contarte lo que ahora me pasa. Siento una honda pena que ahoga mi alma en un mar de tristeza e ignoro su causa, ya que tengo todo lo que –pienso yo- un hombre puede desear: una familia que me adora y protege, amigos que me quieren, salud y trabajo. ¿Qué me falta, que melancolía me envuelve con su densa niebla negándome la luz?. Pienso que tal vez sea el recuerdo inconsciente de un deber no cumplido. Sea como fuere he de continuar pues “la meta es el camino” y se hace camino al andar.

Nunca sabré que energía vital me indujo a intentar plasmar en negro sobre blanco los relatos de mi vida, tal vez fue por aquel curso de narrativa que realicé en la Escuela de Escritura del Ateneo. Todos teníamos algo en común a pesar de ser un grupo muy heterogéneo, el miedo a narrar las experiencias y sentimientos atesorados en nuestra vida, junto a un deseo incontrolado de hacerlo. Inicio esta aventura de desandar el camino, evocando el pasado desde la distancia de los hechos, tratando de aceptar y aceptarme.

Nota de autor: La memoria no es garantía de nada necesariamente verdadero y en todo relato basado en ella, subyace siempre la subjetividad emotiva del narrador.

 

Génesis

Seis años después de finalizada la guerra civil, en la calle de Berruguete del barrio de Estrecho de la ciudad del no pasarán, vine al mundo sobre un velador en la taberna de mis abuelos, era un día soleado de Octubre.

El parto supuso tres días de continuos esfuerzos para mi madre, una mujer de carácter. 2 Mi madre de soltera

El ginecólogo optó por el uso de fórceps para que pudiera sentir la primera bocanada de aire que nos hiere. La ejecución de este método me provocó una hemiplejía en el lado derecho, cuya secuela más evidente es el temblor de mis manos. Pero mi historia comienza antes del nacimiento, justo en el momento de la concepción, a consecuencia del entorno social de la época.

Mis padres contrajeron matrimonio en abril y a los pocos meses mi madre presentaba una barriga prominente, que a tenor del cálculo de las comadres no se correspondía con los meses de gestación, lo que significaba que se había casado de penalti dando pie a habladurías y a lo que ello suponía en un régimen fascista vencedor de la guerra que tenía a gala la moral católica, la deshonra.3 Retrato oficial de la boda de mis padres Era un hecho lacerante en el entorno familiar de consecuencia impredecible. Mi abuela la protegió de las habladurías del vecindario y con firmeza se enfrentó a mi abuelo que pretendió repudiar a su propia hija. Tal vez por ello nunca me sentí querido por mi abuelo.

Los efectos de una guerra de tres años eran patentes no solo en los servicios e infraestructuras, sino también en la dificultad para lograr una vivienda donde residir. Esta circunstancia hacía que muchas familias con o sin hijos se vieran en la necesidad de compartir una vivienda. Mis padres no fueron una excepción, tuvieron que compartir un piso de alquiler con otro matrimonio, el marido se llamaba Alfonso y era compañero de mi padre en la fábrica Inca de chocolates donde trabajaba de maestro bombonero.

El piso se hallaba ubicado en la calle Violetas nº 6 del barrio de Tetuán de las Victorias, un inmueble ya desaparecido, cuyo propietario era el Sr. Campo, un constructor andaluz que tenía tres hijas solteras que pertenecían a La Sección Femenina de las JONS, obviamente era adicto al régimen. La estructura era similar a las casas de corredor o corralas que construían en el siglo XIX en Madrid para paliar la escasez de vivienda. Constaba de un patio interior alrededor del cual se distribuían las viviendas a distintos niveles: dos pisos en los bajos, dos pisos en la primera planta y la segunda planta un solo piso, accediendo a las viviendas superiores a través una escalera ubicada en el patio, en el mismo había una fuente de cuyo caño salía un mísero caudal de agua del canal de Santillana que utilizaban los vecinos para sus menesteres. En los pisos bajos y en los primeros, solía, de tarde en tarde, salir un humilde chorro de agua. No obstante — cosas del destino o por la gracia de Dios— al Sr. Campo siempre le llegaba agua de la que hacía ostentación regando los geranios de su luminosa y amplia galería.

En el piso superior los grifos eran un mero adorno, jamás vi por ellos fluir tan vital elemento. El agua había que subirla con cubos para llenar barreños, donde se guardaba para su uso posterior. Para beber y guisar, se iba a buscar el agua a la fuente del barrio — era agua del canal Lozoya muy apreciada por los ciudadanos de Madrid— era menester un cántaro de barro de unos diez litros y habías de pedir la vez en la cola, sólo había en el barrio una fuente.

Si al piso superior no nos llegaba el agua, teníamos el consuelo de una amplia terraza, un cuarto de baño con bañera, una cocina grande, un comedor y cinco habitaciones: dos grandes y tres medianas, que compartíamos las dos familias. Pero vivir en las alturas tenía un inconveniente, las goteras. El Sr. Campo nunca encontraba el tiempo para subir al tejado o la escasez de materia prima le impedía reparar las tejas. La lluvia nos obligaba a tener un arsenal de recipientes dispuestos estratégicamente para evitar males mayores.