27/3/11

Un nuevo amanecer “Suiza”

Bongiorno gritó Doménico— un Napolitano que trabajaba de ayudante en la cocina del hotel Brüggli— ¡bongiorn! respondieron mis compañeros —italianos— de “cámara” al unísono. Yo no contesté, pero supuse que nos daba los buenos días.image A la habitación, todo y que tenía un amplio ventanal, no entraba luz alguna a pesar de ser las ocho de la mañana, lo que me sorprendió. ¿Tal vez en Suiza amanece más tarde que en España? — Pensé — más no tardé en descubrir la causa, la nevada—el silencio blanco— de la noche había cubierto el amplio ventanal. Una vez aseados y recogida la habitación, Doménico nos acompañó al comedor del personal del hotel para desayunar. Me llamó la atención el tipo de pan—color negro—, era de centeno, había leche, café, mantequilla—“burro” curiosa manera de nombrarla— y mermeladas, nos pudimos servir cuantas veces nos apeteció. Cumplido el tiempo del desayuno, aproximadamente una media hora, nos acompañó a la cocina y nos presentó al jefe de cocina, el Chef señor”Herr Krug” que imponía por su estatura y volumen corporal, un suizo alemán que, como yo, era fiel a su lengua materna. De manera que era “Doménico” quien me hacía de intérprete, pues a pesar de no hablar castellano, nuestra cuna común de lenguaje, amén de la mímica expresiva lo hacía posible.

La jornada del día se iniciaba a las 6.30 cuando despuntaba el sol: recogíamos la habitación y una vez aseados, sobre las siete íbamos al comedor del personal a desayunar, media hora más tarde comenzábamos nuestros respectivos cometidos en la cocina. Siempre atento a las órdenes del Chef que me eran “transmitidas por Doménico”. A las pocas semanas ya era capaz de cumplir sus deseos, todo y que no entendía nada de Alemán excepto: “Ja; Nee; Herr; Frauen; Guten Morgen; Guten Nacht “había adquirido una habilidad—fruto de la necesidad—como los bebés, capaz de comprender a través de los tonos de voz y los gestos. Fue tal el progreso mental que llegué a deducir cuando hablaban de mí.

No sé por qué a mí me asignaron el trabajo de “casserolier”, limpiar los utensilios de cocina: cazuelas, marmitas, sartenes, bandejas para el horno etc. A la vez cuidarme de pelar patatas— “kartoffeln”, tubérculo muy popular por esos lares— para lo que debía utilizar una máquina: una especie de centrifugadora con paredes abrasivas y un flujo continúo de agua, lo que permitía arrastrar las pelas por un desagüe. El consumo de las famosas “kartoffeln” era tal que solía pasar por la peladora un saco de entre unos 30 o 40 Kg a diario.

Todos los oficios requieren de un aprendizaje—aún este tan aparentemente básico— y obviamente del tutor que te marque las pautas a seguir, así como sus secretos. A mí me debieron ver muy espabilado, de manera que nadie mostró ningún interés en enseñarme. Los fui descubriendo no sin sufrimiento. Dieron por supuesto que yo debía conocer el código que en el mundillo culinario impera, cuando un recipiente recién salido del fuego o del horno es dejado para su limpieza por el “casserolier”, no era otro que una pequeña marca en las asas con harina. Deducirlo me costó unas cuantas ampollas.

El personal del hotel estaba constituido por un entramado cultural muy heterogéneo, italianos, españoles, franceses, argentinos, alemanes y suizos cantonales. Todos teníamos diversas razones para estar allí: profesionales; económicas; aventura o como yo, necesidad de libertad.

En ese mundo de Babel aprendí valores como: la dignidad; la tolerancia, la generosidad; el respeto al diferente y el poder del diálogo. Mi relación con los compañeros de habitación ”cámara” era cordial, a la vez que diferente con cada uno de ellos, pues aun siendo ambos italianos, Marco , era de la región de Lombardía: alto; fuerte, cumplidor y reservado, Giuseppe, de la región de la Campania concretamente de Nápoles: bajito; mentiroso; alegre y generoso.

Si bien desayunar a las siete de la mañana y comer a esas horas: embutido; huevos; tocino frito; cereales; amén del café con leche, bollería, y burro, así denominaban a la mantequilla a pesar de que en alemán es butter— no sé porque utilizaban la expresión italiana—, se me hacía cuesta arriba, a lo que de verdad más me costó acostumbrarme fue el comer a las once, una hora antes servir el almuerzo a los clientes. Comíamos todos los trabajadores juntos en una mesa amplia y en otra los cocineros con el Chef presidiendo la mesa. Los días de la semana que más disfrutaba comiendo, eran aquellos, en que los clientes del hotel tenían en el menú pollo rustido.

A la familia como se le denomina a los que comen en grupo en la hostelería, ese día le daban pollo rustido: el espinazo junto con el culo y las dos pequeñas porciones de carne ubicadas en sendas oquedades próximas a él. A mí que comía pollo en Madrid solo por Navidad, aquel manjar era bocatto di cardinale, es aún ahora, que me puedo permitir degustar un pollo rustido, solo me como de él, lo mismo que antaño. Obviamente los cocineros comían muslo o pechuga. Yo nunca les envidié por ello.

El trabajo que realizaba, si bien no era agotador, si tenía momentos de tensión, sobre todo durante los servicios de comida y cena. Aún teniendo todo dispuesto de antemano, en los momentos álgidos del servicio al comedor, podían requerirme con cierta premura algún utensilio—utilizado con anterioridad—para la elaboración de algún plato de la carta. Entre la tensión ambiental y la dificultad de comprensión—se dirigían a mí en alemán— no fueron pocas la veces que limpie el utensilio equivocado, aumentando la excitación del momento.

También era frecuente que se acabaran las dichosas “kartoffeln”, a lo que digiriéndose a mí acaloradamente, el Chef ”Herr Krug” espetaba “Anto…súbito kartoffeln bitte”, los primeros días como si me hablara en alemán, después como los bebés por la expresión y tono sabía que lo que quería es que pelara más patatas en la máquina “centrifugadora” . Aprendí a estar ojo avizor. La jornada de la mañana finalizaba —como el diario hablado en España— a las dos y media y no nos incorporábamos a la cocina hasta las seis de la tarde, en el intervalo a las cuatro y treinta minutos, podíamos ir al comedor de personal a tomar un té con pastas, al principio no me agradaba, pero le fui cogiendo el gusto de tal manera que era uno de los momentos de relax que más disfrutaba, pues me permitía poder conocer y hablar con mis compañeros usando ese leguaje ancestral de gestos y tonos guturales inconexos, una amalgama de lenguas, en que como en el mito de Babel, nos esforzábamos en comprendernos.

El turno de tarde comenzaba a las seis y finalizaba a las nueve.

Cenábamos antes del servicio del comedor y finalizado el mismo sobre las nueve, antes de ir a la “cámara”, nos daban un resopón. A las diez de la noche —como en el diario hablado de las diez en España— todos a la cama. Felices sueños.

15/3/11

Insumisión Árabe

El roto

El despertar de los insumisos del Magreb y Oriente Próximo da opción para hacer conjeturas dentro de un abanico de amplias posibilidades políticas. La más deseable para sus habitantes sería la instauración de un proceso democrático que de forma paulatina, pero sin pausa, generara una regeneración social acorde con los valores democráticos de igualdad de oportunidades.

El neoliberalismo especulativo se verá afectado ante la posibilidad, viable, de la instauración —pasado un periodo de transición— de sistemas democráticos en los países del Magreb y Oriente Próximo. Podría avocar el nacimiento de un nuevo Panarabismo geopolítico no beligerante y aconfesional para el desarrollo socioeconómico de su comunidad, que podría cambiar las formas de relación comercial y políticas con Europa.

La zona pose un alto valor geopolítico, ya que en ella se concentran más del 60% de las reservas totales de crudo y casi el 50% de las de gas existentes, lo que la confiere una importancia capital para la economía de la UE, y de forma más marcada para nosotros al importar de Argelia un 35% del gas que utilizamos.

Europa hasta la fecha en lo tocante a las políticas despóticas de los gobiernos de la zona (Magreb y Oriente Próximo) ha tenido una actitud “lo políticamente correcto” de no injerencia en sus políticas, permitiendo sistemas tiranos a cambio de recursos energéticos a bajo coste. La UE tiene una media dependencia energética aproximada del 50% de sus necesidades, una parte esencial de la cual la obtiene de la zona.

Los países en conflicto poseen una población aproximada de 251 millones, donde el rango de edad comprendido entre los 0/14 oscila entre el 38 y 40 por ciento de su población, siendo cercano al 60% el rango comprendido entre los 15 y 65 años, lo que supone que un 60% de sus habitantes tiene menos de treinta años. Estos datos ponen de manifiesto el elevado capital —potencial— humano de estas naciones.

La zona ha sido el “granero” humano del que Europa se ha servido para cubrir sus necesidades de mano de obra a un bajo coste económico y social. La UE tiene una población envejecida donde el porcentaje de ciudadanos mayores de 65 años es del 17% de media con una tendencia significativa de crecimiento debido al bajo índice de natalidad.

Si no somos capaces —como UE— de implicarnos de forma incruenta en la lucha por la libertad de estos pueblos, es probable que en un tiempo no lejano la historia nos lo demande. Hemos de sumarnos a la sinergia de voluntades por un mundo más justo y solidario. Decía Mohandas Gandhi “Hay suficiente en la Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para satisfacer la avaricia de todos”. Es una oportunidad para ser generosos pues cada vez es más evidente que nuestro destino y de las generaciones venideras dependerá de si ahora somos capaces de cooperar con “el otro o los otros”, o somos víctimas de nuestra propia codicia autodestructiva.

Hasta el día de hoy, los ciudadanos de la UE hemos mirado para otro lado cuando los derechos sociales y humanos no solo no eran respetados, sino que de forma sistemática eran conculcados por sus gobernantes. Quizás ya tengamos los ojos cansados de tanto mirar para otro lado y seamos capaces de contemplar a estos pueblos desde el humanismo ilustrado y no desde la codicia del propio interés.

11/3/11

Anexo al artículo” Basta de embustes”.

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La filosofía nos dice: El principio de razón suficiente "nada es o acontece sin razón”. Este principio filosófico me da pie para hacer una reflexión a raíz de un artículo del diario el País del día 9 de marzo: La contaminación de los diésel reduce ocho meses la esperanza de vida. Basado en: El proyecto Aphekom estudia las características y consecuencias para la salud de la contaminación del aire. Financiado por el Programa de Acción Comunitaria en el Campo de Salud Pública de la Comisión Europea con una duración de dos años y medio en su realización han participado más de 60 científicos y especialistas de las veinticinco ciudades europeas.

Destaco cuatro reseñas que considero significativas del artículo:

1ª) “La esperanza de vida en las ciudades europeas aumentaría hasta 22 meses y se ahorrarían 31.500 millones de euros en gasto sanitario si la Unión Europea endureciera el control sobre la contaminación de las llamadas partículas finas, las PM2,5, generadas en gran parte por las emisiones de los coches diésel.

2ª) “Detectaron que más de la mitad de la población de estos núcleos urbanos vive a menos de 150 metros de vías por las que circulan un mínimo de 10.000 vehículos al día, algo que podría explicar entre un 15% y un 30% de los nuevos casos de asma entre menores de 17 años y de una proporción semejante de enfermedades coronarias y respiratorias en los mayores de 65 años”.

3ª)”Barcelona, la más contaminada de las ciudades españolas, registra 27 microgramos de media anual. Los datos se explican por tratarse de una ciudad que concentra una de las mayores densidades de vehículos por kilómetro cuadrado (unos 6.100 frente a los 1.300 de Londres). El 56% del parque de vehículos barcelonés, además, utiliza motores diésel. Estos generan hasta seis veces más partículas que los de gasolina.

5ª) "Para las partículas PM2,5 no hay nivel de protección, es decir, que por más que se baje siempre hay impacto negativo para la salud, explica Xavier Querol, profesor e investigador del CSIC, que ha formado parte del comité asesor científico del estudio.

Me pregunto… 

¿Qué razones tuvo el “sistema” en 1994 para ocultarnos los efectos nocivos— por el ya conocidos— para la salud de la ciudadanía de las partículas de 2,5 micras (PM2.5µ)? y ¿Qué razones tiene ahora—dieciséis años después— para informarnos?

Como afirma: El principio de razón suficiente "nada es o acontece sin razón”. Es el momento para que cada uno de nosotros la busque.

BIBLIOGRAFIA

Dockery DW, Pope CA, Xu X, Spengler JD, Ware JH, Fay ME, Ferris BG, Speizer FE. An association between air pollution and mortality in six U.S. cities. N Engl J Med 329:1753-1759 (1993).

Dockery DW, Pope CA. Acute respiratory effects of particulate air pollution. Ann Rev Public Health 15:107-132 (1994).

Schwartz J, Slater D, Larson TV, Pierson WE, Koenig JQ. Particulate air pollution and hospital emergency visits for asthma in Seattle. Am Rev Respir Dis 147:826-831 (1993).

Health Effects of Particulate Air Pollution: Time for Reassessment? C. Arden Pope III,1 David V. Bates,2 and Mark E. Raizenne3 . Received 7 July 1994 ; accepted 23 February 1995.

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Bayram H, Devalia JL, Sapsford RJ, Ohtoshi T, Miyabara Y, Sagai M, Davies RJ. The effect of diesel exhaust particles on cell function and release of inflammatory mediators from human bronchial epithelial cells in vitro. Am J Respir Cell Mol Biol 18:441-448 (1998).

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