Siempre anhelé vivir en democracia, tal vez, por el hecho de haber nacido en una dictadura. Tuve la suerte de ser emigrante y poder convivir en una sociedad democrática en Suiza, mucho antes de que se instaurara en nuestro país. Soñaba con el día en que pudiera ejercer el derecho al voto y con la sensación sentiría al depositarlo en la urna, sabiendo que por primera vez elegiría a aquellos que habrían de gobernarnos. Fue una mañana de domingo, quince años después, vi realizado mi sueño, aún lo recuerdo con emoción, elegí mi opción política y me encaminé nervioso hacia la mesa electoral, era el segundo en la fila, le di el DNI al presidente de la mesa y por primera vez sentí: ciudadano Antonio, puedes votar. Ya era un ciudadano, en aquel instante me embargó la emoción y resbalaron por mis mejillas las primeras lágrimas democráticas.
El relato previo es necesario ya que no tengo la capacidad para describir con palabras mi sentir ante la determinación que pretendo tomar. No es una decisión fruto de una ofuscación es el resultado una reflexión meditada, en las próximas elecciones votaré en blanco.
Nuestra democracia es representativa, es decir, con nuestro voto elegimos a los delegados de la opción política que nos van a representar en el congreso y en el senado, otorgándoles todo poder. Al no existir cauces democráticos para refutarlos durante la legislatura, en el supuesto de que nuestros elegidos no cumplan el programa con el que se hicieron meritorios de nuestra confianza. Nos convierte en meros espectadores de la obra democrática que se va representar.
Desde la primera legislatura de 1977 hasta la presente, siempre he votado al mismo partido, a pesar de no sentirme del todo representado. Procuraba mirar al horizonte ideológico con la esperanza puesta en el futuro. La diatriba política actual en nuestro país no deja margen para el optimismo. No podemos seguir siendo una sociedad “narcotiza” por uso partidista de los medios (fútbol; tele basura; gran hermano) la desinformación de la sociedad es manifiesta por el exceso de información sectaria. No debemos tolerar la corrupción empresarial o política como mal aceptable.
Es tiempo para la lucha incruenta mediante el uso racional de nuestro voto, sin pasión y en libertad por el bien común de nuestra sociedad sin otro objetivo que la satisfacción del bien hacer. Entiendo que la opción del voto en blanco, es la única forma de manifestar nuestra repulsa a los políticos que un día y otro también con sus actitudes manifiestan que no cumplen el ideario legislador que "vino a la política para servir" que "no a servirse”.
Es obvio que existe una crisis en la forma de hacer política y por ende en nuestros políticos. Del modo como la solucionemos esta crisis, será la impronta del tipo de sociedad que queremos. Todo depende de nosotros.
Para terminar quisiera, nunca tener que decirles a mis nietos: la democracia es la “añoranza de un sueño”.
PD: Reedición