Gaspar Melchor de Jovellanos
Hace poco más de dos siglos tuvo lugar en Francia la Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, supuso: la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad ¡Sapere aude! Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento, he aquí el lema de la Ilustración. Dos siglos después de lo acontecido para el hombre, me asalta una duda razonable, a pesar del tiempo transcurrido, de si lo hemos logrado.
La Ilustración sacó a la luz la esencia misma del filosofar: la filosofía no es una ciencia, sino una cierta actitud y un cierto modo de proceder ante lo que hay. Hicimos del empleo de la razón un instrumento para ser libres. La laicidad que nos aportó, fue despojándonos del peso de la púrpura y del temor a un Dios. Nuestros principios ya no son un mandato divino, sino basados en derechos que nos hemos otorgado por la razón. Pero hoy nuestra razón se hace pasiva y se transforma en una libertad sin riesgo en mera sumisión. Donde los principios logrados por su mediación, son simples intereses partidistas. La justicia es sometida por el nuevo dios de laicidad: el capital, y la mesura estandarte de la felicidad, en una vana búsqueda sin fin del deseo.
La determinación de un joven universitario de 26 años Mohammed Bouazizi, que se inmoló (17/12/2010) al serle confiscada por la policía Tunecina las frutas y verduras que trataba de vender, y la publicación a principios de año en Francia de un libro escrito por Stéphane Hessel cuyo título ¡Indignaros!, incita cuando menos a una reflexión. Ambos hechos son coincidentes en tiempo y en sentimiento, ambos buscan, uno de forma trágica y otro con un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica, recuperar la dignidad, ese límite frontera de lo que no debería ser y que sin embargo sabemos que es.
Estamos presenciando como el movimiento social 15M, al que muchos le vaticinamos una existencia de corto recorrido, a día de hoy, se está consolidando como conciencia crítica de la ciudadanía a pesar de la información sesgada que alguna prensa cautiva de los lobbying empresariales divulga. Este modelo de alzar la voz de manera pacífica y crítica a la vez contra las instituciones democráticas no es hecho casual o exclusivo de una sociedad, sino una acción global de los sin voz del planeta, contra la tiranía y el poder despótico del capital que se ampara en la invisibilidad de un mercado sin rostro ni alma.