Uno con la edad ha aprendido, no sin esfuerzo, que nada ocurre porque sí. Si bien para determinado suceso natural, solo podemos intuir la causa que lo genera, para los acontecimientos sociales solo cabe preguntarse —Cui prodest? ¿A quién aprovecha?—
El pasado lunes día dos de junio me encontraba con un grupo de excursión por la “Serra dels Bufadors”. De improviso en el autobús que nos transportaba al lugar del inicio de la de la caminada, se produjo una cierta algarabía, el Rey Juan Carlos había abdicado en favor de su hijo Felipe. La excursión con recorrido de cierta dificultad y de exuberante belleza se vio mitigada por el inesperado acontecimiento. Lo inesperado del mismo también provocó en la ciudadanía exaltaciones de júbilo mayoritariamente de jóvenes y adultos nacidos con posterioridad a la transición de 1977 que nos ha permitido vivir en armonía democrática más de tres décadas, y como no jubilados como yo.