9/2/21

Libreras de cabecera

Los profesionales que regentan las librerías desarrollan la maestría prescriptora Magi Camps

Cuando el cliente entra en una librería, si no sabe qué libro quiere, sabe que la persona que hay detrás del mostrador lo sabrá aconsejar. Esta evidencia hace que, de algún modo, y en un grado menor, los libreros también ofrecen bibliotecaria. Elena González, que regenta la librería Tòmiris del barrio de la Sagrada Família de Barcelona, se sorprende cuando La Vanguardia le pregunta por su método. Se sorprende, pero es plenamente consciente de que, quizá no lo ha reflexionado, pero sí hay un método.

“Cuando me piden que los aconseje –cuenta González–, hay una parte de intuición importante. Les hago muchas preguntas porque eso me ayuda mucho. Es la manera en que yo puedo relacionar su demanda con una lectura determinada. La gente contesta hasta donde quiere, claro, con eso ya cuento, pero les pregunto qué gustos tienen. Si el cliente me dice que está triste, no quiero saber los motivos, tengo bastante sabiendo su estado de ánimo. Pero es cierto que les pregunto muchas cosas con el fin de acertar”.

Aunque la librería Tòmiris abrió hace pocos años, González ha trabajado toda su vida en librerías y conoce bien el oficio: “Conozco los libros que tengo entre manos, hace mucho tiempo que trabajo de cara al público y conozco a la gente”. Y refiere una frase de Josep Cots, el librero de la Documenta, ahora en la calle Pau Claris de Barcelona: “Cots dice que las librerías son como farmacias y detectan las necesidades de cada persona.

También dice que tendrían que estar más horas abiertas, pero eso ya no lo comparto”.
Cuando se trata de recomendar, González afirma que hay libros que no fallan nunca y pone algunos ejemplos: “Si alguien quiere algo de mujeres o para reafirmarse en el hecho de ser mujer si lo está pasando mal, recomiendo La pasión de ser mujer, de Eugenia Tusquets y Susana Frouchtmann. Y para un estudiante que no le ve sentido a estudiar, La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, un pequeño manifiesto de la sabiduría por la sabiduría.

Da ganas de ponerse a estudiar”. González concluye: “Si tienes un problema grande, tienes que ir al médico; pero para un dolor de cabeza...” Otra librera de cabecera, como la llama algún cliente, es Fe Fernández, de la librería L’Espolsada, de Les Franqueses del Vallès. “Nosotros somos prescriptores; no recomiendo autoayuda, sino ficción”, dice de entrada sobre la bibliotecaria.

“La ficción funciona muy bien porque comporta el efecto rebote: cuando vemos lo que les pasa a los personajes, nos vemos reflejados y eso nos ayuda –explica–. La buena lectura tiene muchos efectos” “La prueba empírica –continúa– es que en los clubs de lectura una misma novela impacta de modo distinto en cada persona. En un mismo libro, como El verano que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibuleac, cada persona que lo lee se puede fijar más en el cáncer o en la relación maternofilial”. 

“El efecto espejo es lo importante de la literatura. Quien solo lee autoayuda no sale nunca de ese bucle. Con la clientela, a partir del conocimiento, ya sé para quién es cada libro cuando me llega. Y si a alguien no le conviene un libro en un momento dado, también se lo digo. Hay libros de todo, para todas las personas y para todos los momentos”, concluye.

CÓMO ACONSEJAR AL CLIENTE

Las preguntas sobre gustos y estados de ánimo ayudan a escoger el libro adecuado

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