de faz morena, que tiene
dos luceros que iluminan,
a su sonrisa picara.
Ella es mi nieta
¡Selene!
la que enamora.
Hace unos días expuse algunas de las razones por las que mi voto sería en blanco en las próximas elecciones. Siguiendo su estela el presente artículo versará sobre la Institución Sindical. Su análisis no pretende ser histórico, existe una amplia bibliografía al respecto para aquellos que deseen, sino una opinión de un trabajador militante.
Para poder comprender la razón de toda Institución deberemos como norma conocer el significado de su nombre es decir su origen etimológico:
Sindicato y sindicalismo son palabras de origen griego: SIN que significa CON y DIKE que significa JUSTICIA. De ahí se deriva la palabra griega SÍNDICOS y la latina SÍNDICUS, que en términos generales significan la persona que de algún modo administra justicia o vela por los intereses de alguien.
Ante la definición etimológica cabe preguntarnos si los sindicatos son fieles a la misma o por el contrario cabría la posibilidad de redefinirla. A mi lego entender es que lo son, otra cosa es, si sería conveniente modificar sus estructuras actuales para un mejor desarrollo de su cometido: “vela por los intereses de alguien” es decir de sus afiliados.
Después de padecer una sindicación vertical obligatoria durante la dictadura franquista, en periodo de la transición se decidió que habría libertad sindical de forma y manera que cada trabajador pudiera elegir libremente el sindicato en función de su ideología política o intereses.
La financiación de los sindicatos viene dada por: las cuotas de afiliación y por el estado que aporta una cantidad basada en la representatividad, según los delegados obtenidos en elecciones sindicales. También obtienen financiación, entre otras vías, a través de los cursos de formación.
Dice la canción que “veinte años no son nada” pero más de treinta sí. Se palpa en el ambiente laboral una cierta relajación en la lucha sindical, los conveníos dejan poco margen para la acción sindical, en una economía de mercado donde la defensa del puesto de trabajo muchas veces va en detrimento de mejoras salariales y sociales en situaciones de crisis como la actual. No obstante la credibilidad de los sindicatos ha disminuido entre los trabajadores, si tenemos en cuenta el porcentaje de afiliación (16%) en nuestro país, uno de los más bajos de la UE.
Con cierta frecuencia podemos leer en la prensa y en la red críticas contra los sindicatos y su acción sindical, son realizadas desde la patronal CEOE, y adláteres cuya función no es otra que la desprestigiar, tergiversando la objetividad de los datos para elaborar soflamas difamatorias— difama que siempre algo queda— todo y siendo esto preocupante, lo es más cuando la demagogia comienza a hacer mella en aquellos, que por sus intereses habrían de defenderlos, cual son los asalariados.
Es cierto que existe sindicalismo amarillo propiciado por la patronal unas veces, y otras no. El problema no es que exista sino ¿Por qué lo trabajadores lo secundan?. Es cierto que existen sindicatos corporativistas. ¿Qué hacen los sindicatos de clase para ganarse al profesional?. Estas preguntas entre otras deberían hacer reflexionar a los responsables sindicales.
Los sindicatos no deberían refugiarse en su torre de marfil convencidos de su buen hacer, deberían escuchar las voces de aquellos incondicionales, que los hay, que abogan por cambios en las formas de hacer sindicalismo y de aquellos que sin serlo están de acuerdo con la necesidad de un cambio, viendo en ello una posibilidad de integrarse. Toda institución monolítica en sus formas y endogámica en sus cuadros no evoluciona, y si, como un ente vivo que es, no es capaz de adaptarse al medio, inexorablemente está condenada a su desaparición.
Si bien es cierto que es más fácil criticar que hacer, tampoco está de menos reflexionar sobre ciertas críticas, que afirman corrupción en la Institución Sindical. Entiendo que si bien toda acción perversa es personal y sería injusto juzgar a todos por igual, existen sistemas que por su organización propician el acto de delinquir, por la impunidad que otorgan al sujeto corrupto.
Sería oportuno a tenor de los últimos escándalos de corrupción en la clase política, abrir un debate que pudiera dar respuesta a cuestiones como: ¿Deben ser financiados los sindicatos por el Estado?. ¿Debe la patronal facilitar horas laborales a los delegados sindicales para ejercer su acción sindical?. ¿Debe la empresa financiar a los liberados institucionales?. ¿Sería posible otro tipo de sindicación?. ¿Público o Privado? .
Toda institución es el marco legal de relación del que dispone la ciudadanía en toda democracia, pero obviamente es bidireccional, es decir, requiere de la colaboración de los administrados para que funcione. La actitud pasiva de un porcentaje significativo de los trabajadores, aduciendo razones logísticas para no participar o cuando no un sentimiento derrotista, propician el relajamiento de la Institución Sindical.
Desechemos el victimismo laboral y recuperemos la conciencia de clase que hemos perdido en pos de un consumo: “somos especialistas en ti” (El Corte Inglés). Han tenido que pasar casi cuarenta años para recuperar la libre sindicación, no permitamos que la inoperancia o la desidia nos devuelvan al sindicalismo del pasado. Atémonos a nuestros principios sociales para protegernos de los “cantos de sirena” populistas. Todo discurso demagógico es el maná, que nutre las mentes crédulas apelando a sus emociones.
Parafraseando a John Fitzgerald Kennedy "No te preguntes qué puede hacer tu Sindicato por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu Sindicato."
Existe un adagio atávico que dice ”Donde no hay harina todo es tremolina.” En la actualidad con la crisis económica toma cuerpo y se hace evidente con algarabía contra los emigrantes, que les hace responsables de todos nuestros males. Según la encuesta de intención de voto de un diario de Catalunya, un 24% de los encuestados reconocen que podría votar a un partido xenófobo. Resulta cuando menos paradójico para un país de acogida, en el que su crecimiento demográfico se ha sustentado en la inmigración de otros pueblos.
Las diversas críticas están basadas en meros prejuicios de aquellos que no ven en el emigrante un colaborador sino un “intruso”. El uso de los recursos sanitarios está entre lo que generan mayor polémica. No hace mucho, en una conversación informal, uno de los interlocutores afirmaba que la tardanza en la realización de unos análisis a un familiar, era debido al uso masivo de las instituciones sanitarias por los “foráneos”.
Trate de hacerle ver la conveniencia de poseer más información objetiva, antes de hacer aseveraciones tan tajantes sobre un tema tan complejo. Comprender el entorno que nos rodea no debe ser una simple cuestión de juzgar a través de nuestras percepciones inmediatas. Comprender entraña inevitablemente razonar.
Es probable, que los argumentos que aduje basados en la objetividad profesional y en que el consumo de recursos sanitarios está íntimamente relacionado con la edad, y los inmigrantes a los que el aludía son porcentualmente jóvenes, no le debió satisfacer, tuve esa sensación, a pasar de su cortesía hacia mi persona cosa que agradezco, pero sin ánimo de ofender de todos es sabido que “la cortesía es la hipocresía social”.
Me gustaría referirme a un informe de la Cruz Roja “Migraciones africanas hacia Europa”. Estudio Cuantitativo y comparativo. Años 2006-2008. Para el que la Cruz Roja y la Media Luna Roja de Mauritania entrevistaron a más de 5000 personas.
Entre la diversa información que aporta el informe quiero destacar la siguiente:
De las 5.191 entrevistas realizadas en el centro de inmigrantes de Nuadibú se dibuja el siguiente perfil mayoritario del emigrante que pretendía llegar a España: "Hombre joven, con una media de edad de 26 años, el 58% solteros, sin hijos, con formación general básica, con personas a su cargo, con trabajo antes de emigrar y con unos ingresos medios de 80 euros mensuales". De los cerca de 10.000 inmigrantes atendidos por esta organización el 8% eran menores de edad y sólo 21 eran mujeres.
El 86% de los encuestados tenían trabajo antes de emprender el viaje hacia Europa, algo que ha sorprendido a los responsables de este estudio "porque no se corresponde con la idea que teníamos de que eran los más vulnerables en el África Occidental los que buscaban en el viaje migratorio a Europa una vía para el futuro de sus familias" asegura Jaime Bara, coordinador del estudio y miembro del departamento de cooperación internacional de Cruz Roja Española.
La mayoría estaba empleado en la agricultura, el comercio y la pesca. Más del 75% contaban con educación superior a la General Básica muy por encima del nivel medio de estudios en Senegal, Mali y Gambia, los tres países de donde procedían el 97% de los jóvenes emigrantes, frente a sólo un 3% del resto de países africanos.
Quizás este informe colabore a derribar prejuicios basados en la desinformación más que la convivencia del día a día.
“La enfermedad del ignorante es que ignora su propia ignorancia”(Amos Bronson)