Hace unas semanas estando en el bar al que suelo ir cada mañana a tomar un café mientras ojeo el diario, sin pretenderlo —hablaban en voz alta— escuché una conversación entre dos parados del barrio:
No hay derecho, es una injusticia. Ciertamente no se puede tolerar ¿Habrán de hacer algo?
—decía uno de ellos, cargado de razones—
Porque, digo yo, ¿quien le da los pases al Messi?
—se preguntaba—
El Iniesta
—confirma el compañero—
Entonces, ¿como es posible que a Messi le paguen diez millos de € al año y al Iniesta solo cuatro?
Cuanta injusticia, hay hoy en día, en el mundo— afirmaban ambos—
Al escuchar —de forma involuntaria— está conversación, sentí la necesidad de escribir el presente artículo, e invitar a reflexionar sobre las preguntas que me hice:
¿Cómo con un 20,05% de tasa de paro (4.612.700 parados) mostramos una postura social tan anodina?
¿Cuál es el “soma” si existe que anula nuestra voluntad?
¿La indiferencia social es la causa o el síntoma de una sociedad enferma?
1ª ¿Cómo con un 20,05% de tasa de paro (4.612.700 parados) mostramos una postura social tan anodina?
Contextualización:
El sistema “neoliberal” que comenzó a gestarse a mediados de la década de los setenta en la Escuela Económica de Chicago. El impulsor fue el Premio Nobel de Economía Milton Friedman (1976) cuya teoría sostenía que: las empresas no tienen otra responsabilidad que la de maximizar sus beneficios y no de dedicarse a la filantropía y la acción social. La asunción de la teoría neoliberal por mandatarios políticos como: Margaret Hilda Thatcher primera ministra en el Reino Unido entre 1979 y1990; Ronal Reagan presidente de los EEUU entre 1981 y 1989. Así como el hecho acaecido el 9 de noviembre de 1989, Alemania, con la caída del muro de Berlín y su posterior unificación. La desmembración de URSS y por ende la desaparición de los bloques. Propicia el auge del sistema neoliberal basado en el monetarismo especulativo que a tan amarga situación nos avocado hoy con su “economía canalla”.
En el transcurso de estás décadas hemos ido perdiendo de forma paulatina la conciencia de clase de “trabajadores”, a día de hoy son pocos los que así se consideran, se hacen llamar técnico, experto, empleado o en su defecto se reconocen por la ocupación que desempeñan, todo menos obrero o trabajador, denominación arcaica que ya no va con los “tiempos modernos”. Paradójicamente el sufrimiento laboral, aunque diferente al del nuestros mayores, es si cabe más cruel, en suma, hemos perdido lo que en tiempos pretéritos cohesionó al proletariado en la lucha social, la conciencia de “ser”.
Respuesta:
Un espíritu individualista “del sálvese quien pueda” anula todo sentimiento de empatía o proximidad, la ausencia de compasión nos impide ponernos en el lugar del otro(el desocupado). Fruto de ello es un afán competitivo, —desmesurado—que frena toda acción colectiva.
2ª ¿Cuál es el “soma” si existe que anula nuestra voluntad?
Contextualización:
Sería fácil atribuirlo a la magnificación que el sistema hace a través de los mass media del héroe o héroes, convirtiéndoles en imágenes de culto y estereotipos a imitar, si bien hay una parte de certeza, no es ni la única causa, ni la más poderosa.
Un anuncio que pretende estimular en el ciudadano el deseo de comprar un número de la ONCE, es un breve pero significativo ejemplo de cómo nos sentimos. Explica el anuncio: Se ve a un grupo de gente “felices” y saltando de alegría, les ha tocado el premio máximo y se oye una voz en off que dice “tú también algún día puedes pasar al otro lado” comprando un numero de la ONCE. El otro lado es la clave, está el poder que te otorga el dinero y la “felicidad” que supone poseer todo lo que él te da. En este lado no existe la posibilidad de ser feliz, solo la rutina del pobre, el “trabajo”.
Respuesta:
La desigualdad social nos obliga a aparentar lo que no somos, para ser reconocidos por una sociedad donde el tener es más importante que el ser. La publicidad nos marca el camino a seguir para lograrlo. Hemos renunciado a la individualidad personal que nos hace irrepetibles, a compartir nuestra riqueza a la vez que enriquecernos con el otro, por un individualismo colectivo de las formas, que anula voluntades.
3ª ¿La indiferencia social es la causa o el síntoma de una “sociedad enferma”?
Contextualización:
La guerra mundial de los años cuarenta del pasado siglo fue la primera en la que la sociedad civil se vio afectada, la lucha entre los contendientes no se limitó al frente, sino castigó de forma disuasoria a la población indefensa. El primer ensayo de la nueva técnica militar, lo pudimos ver y padecer en la guerra civil española con los bombardeos indiscriminados de la aviación en las ciudades, un ejemplo ilustrativo es el bombardeo de Guernica por la aviación “alemana”.
La lucha contra el fascismo generó cincuenta millones de muertos y la destrucción de la Europa democrática, el dolor solidario cohesionó a sus ciudadanos. Había que reconstruir el viejo continente. Los EEUU vieron una oportunidad para sus intereses económicos y políticos y en 1947 propuso a la Europa Occidental el famoso Plan Marshall. Su aplicación hasta 1952 generó el nacimiento del Welfare State o Estado del Bienestar, donde el Estado provee a los ciudadanos de garantías sociales. En España su instauración y desarrollo se inicia en 1977 con el Pacto de la Moncloa.
El progreso tecnológico tiene su evolución más significativa en el último tercio del siglo veinte y durante la década del presente. La conjunción de tecnología productiva que requiere menor mano de obra, con el monetarismo “neoliberal” que potencia la especulación sobre la producción, provoca la precarización laboral. Esta precariedad genera una escisión entre los trabajadores: los que tienen trabajo y las victimas del desempleo “parados”.
Respuesta:
Los efectos que produce la precariedad, entre los trabajadores son diversos, pero yo destacaría como el más esencial el miedo a perder su estatus laboral, lo que le convierte en un ser proclive a la sumisión que neutraliza cualquier intento de movilización colectiva contra el sufrimiento, la dominación y la alienación. Nos volvemos silenciosos, ciegos y sordos ante el sufrimiento ajeno, llegando a aceptar el nuestro como mal menor necesario. Cada cual debe preocuparse en primer término de “mantenerse a flote” pues “no hay nada que hacer”. Tal vez cabría recordar el eslogan de los campos de trabajo nazis: El trabajo os hará libres
Obviamente a mi parecer la indiferencia social es un síntoma, uno más, en una “sociedad enferma”.