5/2/11

Sentimiento de un jubilado

ocaso

Vaya por delante, que no pretendo con este artículo ir en contra del derecho que tiene todo ciudadano a un descanso, a todas luces merecido después de arduos años de trabajo. Tampoco pretendo abogar por una jubilación a mayor edad que la actual, con el propósito de acercar el fin de la vida laboral al de la existencia, cosa que parece pretender el sistema a tenor de la nueva ley sobre la edad de jubilación aprobada. Menos aún arrebatar a los jóvenes el derecho a su incorporación al mundo laboral, en el que desarrollar todo su potencial formativo. Solo es una reflexión en voz alta de un jubilado que amó, cuan artesano, “la satisfacción del bien hacer” su trabajo.

¿Estarás contento, ahora ya podrás hacer lo que te agrade? Esta es la frase que más he escuchado en los últimos meses desde que me han jubilado, porque ciertamente yo no me he jubilado, “me han”. Esta es una más, entre las diversas frases típicas, que se suelen decir, cuando a uno le despojan de sus responsabilidades adquiridas a lo largo de años profesión.

Nadie cae en la cuenta, que lo que de verdad a uno le haría feliz, es seguir trabajando. Me pregunto de qué me ha servido la experiencia acumulada a lo ancho y largo de mi vida laboral, si llegado el momento de transmitirla a aquellos a los que debería ir destinada, ellos reclaman su derecho a equivocarse (como yo en su día).

Este sentimiento no es común a todos los “retirados”. En el entorno en que he desarrollado mi ocupación —enfermería— que mayoritariamente son mujeres, cuando hablo con compañeras ya jubiladas, una mayoría—por no decir todas— se sienten satisfechas con su nueva situación, lo que me ha llevado a reflexionar sobre la causa de tanta dicha. Tal vez la razón sea que la mujer puede dejar vida y el hombre solo obra.

Pretéritos son los tiempos en el que la sabiduría era un valor que se adquiría con el paso de los años. Hoy es suplida por una información instantánea — efímera en el tiempo— y un osado seudoconocimiento dirigido. Ya nadie al abuelo le consulta su saber de vida —a lo máximo— sus hijos y nietos le informan.

Me siento como el boxeador que lanza un directo a la mandíbula de su oponente y falla. Al no encontrar resistencia, siente un fuerte latigazo en su hombro, se le ha dislocado. Así se haya mi alma hundida, perturbada, privada de su obra inacabada. A que puede aspirar un alma, en su efímera existencia, sino a ser por su legado recordada.

Es frecuente —por lo general—escuchar en el hombre jubilado relatar sus males cotidianos: artrosis, lumbago, colesterol, hipertensión etc. Dolencias todas ellas de las que nuca fueron conscientes mientras trabajaban. Mi cuerpo —al igual que los suyos— reclama ayuda para un alma “dislocada”.

A veces, me abate por momentos una tristeza melancólica y pregunto al alma ¿qué esperas de la vida?... En otros me asalta una ira contenida contra el mundo. No me resigno a aceptar el destino de una vida sin sentido. Un ego ciego se resiste a que no hay que buscar afuera, aquello que no llevamos dentro. Tal vez el sosiego del alma, no se halle fuera, sino en mí. He de hallar una salida —cual “Teseo”— a este laberinto, en que me hallo inmerso. Acallando a esa voz que susurra incesante en mi interior, que reclama justicia para una obra inacabada. Con la humildad del perdón para un alma perturbada.

Quizás la vida sea como alguien dijo: "¡La vida no se trata de cómo sobrevivir a una tempestad, sino cómo bailar bajo la lluvia!". Tal vez aun me quede tiempo, en esta nueva etapa que comienzo, aprender a bailar bajo la lluvia. Ojala que así sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se que te has tomado unos días par bailar bajo la lluvia y lo aplaudo. Me hace feliz verte bailar, se que cuando te mueves, cuando sales de tus rutinas, bailas, papa. Y seguro que de tanto bailar no te dolerán los pies, todo lo contrario, es cuando no bailas que te duelen. Ahora me ha llegado una frase que siento que tengo que compartir contigo y de la que me gustaría que escribieras una reflexión, dice así: Siempre que tienes miedo, te engañas a ti mismo.
Con mucho amor te envío un beso GRANDE.
Carme.