Dicen que: “La historia no es del que la hace sino de quien la cuenta”, de ahí que tengamos la tentación de mitificar la heroicidad de nuestros antepasados y omitir sus atrocidades, que de todo hay, en la historia de los pueblos. Vivimos en un tiempo convulso consecuencia de la codicia insaciable que especula con el bienestar de la ciudadanía, a la que arrastra a considerar que sus males son causa del diferente. No es menos verdad que: “La historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan” (C.Sée). Y en consecuencia estamos condenados a repetirla. La sinrazón de la razón—usura— de unos políticos, generó conflictos nacionales durante el siglo veinte, provocando 80 millones—aproximadamente— de muertos. Hoy de nuevo la usura y la exclusión social generan sentimientos nacionales que en algunos países de la UE provocan rechazo al diferente.
Los que habitamos en la piel de toro, nuestro ruedo ibérico, somos poco dados al diálogo sereno y sosegado para dirimir nuestras diferencias, unas veces son de meros matices, otras de apariencia insalvables. Enseguida nos hierve la sangre y la pasión nubla la razón y anteponemos la razón de la fuerza a la fuerza de la razón, negándonos cualquier posibilidad de solución del conflicto, eso si, todos somos demócratas. Oí días pasados a un demócrata decir ante una manifestación contraria a la propuesta por la que él se había manifestado hacía unas semanas: ojala les llueva a raudales y que se jodan estos fachas. He de suponer que los opuestos no son más demócratas.
El sentimiento catalanista no es algo nuevo en Cataluña. Si bien el que 34% de su población ha nacido en democracia, con la estabilidad social y libertad que ello comporta, si le sumamos la actual crisis y el grado de incertidumbre para el ciudadano, más un gobierno de la nación dubitativo e insensible a la hora de valorar el seny catala, se ha propiciado un aumento muy significativo de un sentir nacionalista. En una encuesta del 2007 solo el 16% de los ciudadanos de Cataluña estaba a favor su independencia de España. A día de hoy el 51% votaría a favor de la independencia.
Este sentir identitario es utilizado por la clase política como medio de exculpación ante la ciudadanía, de su mal hacer y corrupción política basándose en el adagio “es de los nuestros”. “Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno…”. ¿Debemos tolerar la impunidad de los de casa?. Flaco favor hacemos a la democracia. Es cuando menos curioso que un partido como la coalición CIU que durante varias décadas se ha considerado catalanista que no nacionalista, hoy enarbole el estandarte del nacionalismo y reclame para su coalición una mayoría absoluta en el parlamento para lograr la secesión. Utilizando la demagogia para adular al pueblo con mensajes dirigidos a los sentimientos, aportando soluciones simples a problemas complejos. Ya tenemos un ejemplo de mayorías en el parlamento Español y así nos va.
Cataluña siempre ha sido por diversas razones: geográficas y culturales, un puntal en la economía de España y hemos de reconocerle que los Gobiernos de esta no han querido o sabido valorar de forma y maneras, sus aportaciones al bienestar social del país. Las últimas declaraciones del ministro de Educación José Ignacio Wert sobre “españolizar a los alumnos catalanes” es una muestra más de la insensibilidad del gobierno con Cataluña. Existe un hartazgo en el poble catala de tanta vejación, a lo que el pueblo bien conducido por sus políticos, reclama un referéndum donde él exprese su voluntad de secesión de España. Es obvio que la Constitución que nos dimos hace ya 35 años, no cumple las expectativas de derechos democráticos de varias autonomías. Una vez más Cataluña puede ser el motor que ponga en marcha su modificación. En un mundo globalizado e interdependiente la unión de los pueblos en igualdad de derechos y deberes los potencia social y económicamente. La creación de un Estado Federal Asimétrico en donde la solidaridad interterritorial ayudara al receptor sin suponer el ahogo del donante, lo haría posible. Una separación de Cataluña de España todo y reconocido su derecho de autodeterminación, sería negativa para las partes.
La crisis socioeconómica que padecemos no solo en Catalunya ha hecho crecer el sentir identitario, también en la UE. En las últimas elecciones Finlandesas el 27 de Abril del 2011 el partido Auténticos Finlandeses ha obtenido 39 escaños en la cámara, multiplicando por 8 el número conseguido en las anteriores elecciones del 2007. Este resultado podría ser anecdótico en el contexto de la UE hace una década, hoy evidencia una marcada tendencia del voto de la ciudadanía hacia partidos de ideología nacionalistas. Países históricamente liberales como Holanda, en la actualidad tienen representación en el parlamento con 15.4% de los escaños, así mismo otros estados miembros: Austria (17.5%); Suecia (5.3%); Italia (8.3%); Francia (18.1%) en las pasadas elecciones del mes de abril del año en curso. En Grecia el partido neonazi Amanecer Dorado ha obtenido un (6.9%) de votos en la últimas elecciones y a día de hoy le dan una expectativa de voto del 18%.
Cabe recordar que la Democracia es: El principio de la mayoría y la defensa de las minorías.
2 comentarios:
Buen artículo. Aunque personalmente no estoy de acuerdo con alguna afirmación.
Que la crisis está jugando un papel importante en el sentimiento nacionalista, es cierto. Pero también es cierto que cuando aparecen los problemas en una casa es precisamente cuando los ingresos flaquean.
En Catalunya el independentismo no solamente ha crecido con la crisis, debido a la necesidad de España de obtener dinero al precio que sea y ahogar aún más a una Catalunya expoliada, sinó que a ésto se le suma una recentralización de un pseudopais, con el fin de dominar más a una zona que genera riqueza y si se pierde, ya veríamos de que vive España.
Ayer oía unas declaraciones que decían que si Catalunya se independentiza, Europa tendrá un grave problema porque no sabrá que hacer con España.
EM
En los primeros años de mi adolescencia, yo era independentista, pero en un sentido "romántico", es decir, culturalista, defendiendo una identidad cultural perseguida y despreciada por el fascismo español de la dictadura. Ya no soy independentista porque el sistema capitalista ha eliminado cualquier signo de identidad cultural, y en modo alguno creo que la "independencia" catalana nos llevara a la recuperación de esa identidad. La única identidad "nacional", actualmente posible, es sólo de naturaleza económica. Mi independentismo ya no puede ser "catalán", sólo puede ser el que reivindicara la independencia de cualquier forma o identidad cultural con respecto al totalitarismo económico del capitalismo (catalán, español, francés, alemán, etc.)
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