Los nuevos “Popes”
La Ilustración del siglo XVIII (siglo de las luces), hace de la razón el medio para conseguir la verdad, y sirve de guía frente a la superstición, el fanatismo y la ignorancia. Las antiguas creencias basadas en la fe se desvanecen dejando paso al conocimiento empírico tributario de la razón. A día de hoy nos hallamos cercanos a un apagón general del intelecto en la ciudadanía. Ya nadie cuestiona a los nuevos “popes” de la ciencia que a través de los medios de difusión nos adoctrinan.
Recientemente la prensa (El País “Errores académicos” 23/04/2013) ha divulgado que: El 4 de enero de 2010 en el Hotel Marriott de Atlanta ocurrió la reunión anual de la Asociación Económica Estadounidense. Allí, la profesora Carmen Reinhart y Ken Rogoff, antiguo economista jefe del Fondo Monetario Internacional, presentaron una investigación llamada ‘El crecimiento en épocas de deuda’.
De acuerdo con los dos prestigiosos autores, ambos profesores de Harvard, “el crecimiento económico se ralentiza dramáticamente cuando crece el tamaño de la deuda de un país por encima del 90% del Producto Interno Bruto”. Tal afirmación, en medio de una situación de crisis global, llamó poderosamente la atención, en especial de legisladores y dirigentes políticos.
La aparente minuciosidad de los cálculos, la calidad del ensayo y la importancia de los autores, contribuyó de manera fuerte para que las políticas de austeridad se impusieran, especialmente en Europa, y se convirtieran en parte sustancial de la campaña política estadounidense, puesto que el presidente Obama no se mostraba partidario de una austeridad severa, a la manera que preconizaba el FMI para los países europeos sumidos en graves crisis de endeudamiento.
De hecho, tanto el comisionado de la Unión Europea Olli Rehn como el influyente político republicano de Estados Unidos Paul Ryan citaron ese 90% para apoyar sus estrategias de austeridad. Pero en Francia Hollande lo desconoció olímpicamente y lo mismo hicieron las autoridades japonesas, cuyo país llega al 120% del PIB. ¿Dónde está la razón?
La respuesta ha llegado de donde no se esperaba. Un joven estudiante de la universidad de Massachussets Amherst, Thomas Herndon, recibió una tarea de sus profesores: escoger una publicación académica y ver si podía replicar los resultados. Herndon escogió ‘El crecimiento en épocas de deuda’, y por más intentos que hizo no obtuvo el mismo resultado al que llegaron sus autores.
Sus profesores y tutores no le dieron mucha importancia al caso, y convencidos de que su estudiante había omitido datos le insistieron en que revisara de nuevo todos sus cálculos, pues el prestigio académico de los autores les impedía poner en duda la autoridad de sus conclusiones. Herndon insistió, y por más procedimientos y nuevos cálculos que ensayó, no podía replicar el resultado del ya famoso ensayo.
Hasta que sus tutores, viendo el gran esfuerzo del estudiante y la imposiblidad de lograr la misma conclusión, lo animaron a escribirla a los profesores de Harvard para que le enviaran sus propias hojas de cálculos. Ellos lo hicieron, convencidos de la certeza de sus investigaciones, y entonces el joven Herndon se dio cuenta de que los académicos habían omitido los datos de Australia, Austria, Bélgica, Canadá y Dinamarca, cinco economías cuya experiencia contradecía la conclusión final del ensayo.
Los autores, Reinhart y Rogoff han aceptado el error y se encuentran haciendo una revisión completa del trabajo, teniendo en cuenta los datos omitidos.
No sabemos aún a qué conclusión llegarán. Pero la historia es un buen ejemplo de por qué no se puede tragar entero, y por qué, sin importar la autoridad y prestigio de alguien, sus palabras no pueden tomarse como verdad revelada. Y sobre todo en economía, que cada vez se parece más a una ideología que a una ciencia.
Lo más grave es que la riqueza o la pobreza de las naciones puedan depender de una afirmación académica.
Los economistas son “Profetas del pasado” pero hay algunos que, además manipulan de forma torticera los datos por intereses partidistas que influyen en las economías de sus conciudadanos. Cabe preguntarnos si la avidez insaciable es esencia de nuestra época o condición humana.
1 comentario:
Ya lo sabemos, apreciado humanista, "errare humanum est", sea uno científico o no. Lo que no entiendo es que, si el artículo era tan relevante y sus autores de tan "alto" prestigio, que no se dieran de inmediato otras investigaciones para comprobar la posible falibilidad. De todas formas, por fortuna, no es tan sorprendente que un estudiante lograra demostrarla: no siempre el prestigio es resultado de la honestidad que aún conservan los jóvenes estudiantes en el ámbito científico.
Eduard
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