Por fin el inmovilismo político que ha observado el Partido Popular
desde los resultados en las elecciones del 20 de Diciembre 2015, se ha
desbloqueado el pasado día tres de Febrero, fecha en la que Felipe VI tuvo a
bien solicitar al Sr. Pedro Sánchez que intente formar Gobierno y se someta a una
votación de investidura.
Soy crítico con los partidos políticos, así como con los diputados
que los representan en el Parlamento (cámara baja) y Senado (cámara alta). No
obstante no dejo de recordarme, a la hora de emitir mi opinión sobre ellos: Quien a otro quiere juzgar, en sí debe comenzar.
Solemos
ser por estos lares muy amigos de emitir juicios sin conocimiento de causa, con
el solo bagaje de nuestro parecer, el cual, la mayoría de las veces se sustenta
en criterios ajenos. Solemos encumbrar o menospreciar sin un análisis previo de
la situación, basándonos más en nuestros prejuicios políticos que en nuestros conocimientos sobre el tema a analizar.
A
buen seguro que los medios, tanto escritos como radiofónicos, así como las
tertulias televisivas de todo pelo y condición, a lo largo de esta negociación
para la investidura, se harán sentir. Injuriar desde la impunidad del medio es
fácil, es más, en ciertas tertulias populistas precisan de la descalificación
del adversario ideológico para generar audiencia. Sería injusto meter a todas
en el mismo saco, es obvio que Haberlas,
haylas. Tertulias en que se discute, de forma a veces
un tanto acalorada, desde el respeto al oponente.
Yo
me pregunto ¿Son los político, un fiel reflejo de los ciudadanos a los que
representan?. Si, en las formas, pero no en el fondo. ¿Somos los ciudadanos
conscientes a la hora de votar la ideología?. Si en las formas, pero no en el fondo.
Según mi criterio, las ideologías como identidad personal son meras máscaras
con las que disfrazamos nuestro sentir de fondo. Buscando un símil sería: el
fariseo.
Deberíamos
reflexionar que nos motiva a votar a un determinado partido, si es el bien
común como principio básico de igualdad social, o el interés partidista. La
política es el arte de lo posible, pero solo desde la honestidad del ciudadano.
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