Recuerdo que tenía más o menos unos diez u once años cuando surgió la T.V. en España, fue todo un acontecimiento, nuestros hábitos y costumbres fueron cambiando a la vez que el nuevo invitado se aposentaba en el hogar y captaba nuestra atención. Esta ventana abierta al mundo incitaba nuestra imaginación: suponíamos, incluso nos atrevíamos a aseverar que, en siglo venidero, es decir para el año 2000, nuestra alimentación se basaría en unas grageas que, nos liberaría de tener que ir hacer recados, de tener que vigilar el puchero y sobre todo de tener que comer mas lentejas.
El trabajo lo harían las máquinas –en eso acertamos– de manera que no tendríamos que trabajar tantas horas y tan duro como observamos que hacían nuestros padres y dispondríamos de más tiempo de ocio, calculado a groso modo, nuestra jornada no iría mas allá de las tres o cuatro horas al día, no más de quince a veinte horas a la semana, esta era nuestra profecía conforme a la información que poseímos, obviamente nos equivocábamos.
La máquina es el equivalente exacto del trabajo esclavo, si bien es cierto que la tecnología asume gran parte de nuestro esfuerzo no nos liberan del tormento “tripalium”, ya que nosotros deberemos aceptar las condiciones económicas de este. Es fiel reflejo de la actitud caina de la obtención del máximo beneficio: el paro y las jornadas abusivas mediante aportación “voluntaria” de horas a la empresa, so pena de perder el empleo en la nueva renovación del contrato de trabajo, el “homo homini lupus”.
Recuerdo también una profecía, está apocalíptica, más próxima en el tiempo, la llegada del año 2000, los gurús informáticos nos vaticinaron poco menos que un caos global que, afectaría a las comunicaciones, a los servicios, a la bolsa, etc... Eran tal el espanto social que incluso se hicieron novenas a San Ramón Llull patrón de los informáticos rogando su protección, fue un final de siglo a la vez que el inicio de un milenio (para los científicos en el 2001) expectante, con el corazón oprimido por la angustia ante los augurios de los científicos. Sonaron las campanadas la una… las once, las doce, Eureka no sucedió nada.
Observo que, nuestra generosidad alcanza cotas inimaginables si el vaticinio que nos auguran los expertos no se cumple, todo el mundo respira aliviado, nadie exige responsabilidad a los que la generaron. Debe ser el nuevo patrón de conducta, aún está presente en la memoria colectiva el último hacer visionario, la pandemia de la gripe A que con su alarmismo, ha generado un suculento beneficio económico a las multinacionales farmacéuticas.
Ahora furtivamente, en un foro internacional de economía en la estación invernal de Davos en Suiza, nuestro Presidente del Gobierno anuncia la propuesta de alargar la edad de jubilación a los sesenta y siete años y para complementarla pasar de quince a veinticinco los años necesarios para percibir la jubilación, aduciendo que si no llevamos a cabo una estructuración, el sistema de pensiones quebraría en la tercera década del dos mil.
¿Es una profecía “realista” a tenor de los datos que el gobierno dispone, o es mera especulación partidista para salvar los muebles en una Europa conservadora que, de nuevo hace a la “víctima culpable” liberando de toda responsabilidad a los especuladores codiciosos que generaron la actual crisis económica?.
A tenor de lo visto, nuestros gobernantes son como los economistas, profetas del pasado que, los dioses nos amparen si algún día aciertan.
1 comentario:
Muy bien Antonio estoy totalmente contigo. Pero hay que recordar que el estado de bien estar ya no nos importa sola una jubilación , una sanidad y una educación digna.Ahora con unos recursos calculados en los años 90 podemos prestar unas pensiones,sanidad, educación,...de ya entrado en el siglo XXI?. Yo creo que todos deberiamos reflexionar sobre ello.
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