Una nueva burbuja
Me comentaba hace unos días un amigo voluntario en un banco de alimentos de la cruz roja, el aumento significativo —en forma exponencial— del número de familias que solicitan, a través de los servicios sociales, ayuda al banco de alimentos, ante la imposibilidad de cubrir sus necesidades nutricionales más perentorias. La razón causal no es otra que la actual crisis económica que padecemos. La burbuja del ladrillo ha dejado a día de hoy al 21,8% —sin ponderar— de los ciudadanos de nuestro país por debajo del umbral de la pobreza e in crescendo día a día.
La hoja de ruta que nos marca la UE (Alemania) para salir de la crisis actual, no es otra que la austeridad, si o si. Siendo consecuentes con su máxima (austeridad), los países de la UE favorecidos: Alemania, Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Finlandia y Holanda, consideran que se debe dejar sin fondos a los bancos de alimentos de la UE, cuya financiación comunitaria de los bancos se inicio en 1987, fruto de los excedentes que compraba Bruselas en cumplimiento de la Política Agraria Común (PAC). Servía para financiar el reparto de comida a los más pobres. A la mesa de la pobreza el año pasado se sentaban 19 millones de ciudadanos de la UE, de los cuales 2 millones son españoles. Con la ayuda del banco de alimentos, algunas familias pagan la deuda contraída con los bancos mercantiles.
La conciencia social del capital especulativo es débil a la tentación de la codicia. Aumenta el precio de los alimentos como: trigo, maíz, soja, arroz y otros esenciales como el aceite de oliva, para una dieta equilibrada, al socaire de la sequía pertinaz o de las inundaciones en diversas partes del planeta, atribuibles al calentamiento global por el efecto invernadero. Una nueva burbuja especulativa se avecina y a la sazón una nueva crisis alimentaria.
La última, se produjo en el año 2008, fruto de una burbuja especulativa, generando 250 millones de nuevos hambrientos, en la ya de por si elevada cifra de depauperados, llegando a la deshonrosa cifra para la humanidad de 1023 millones. Sé que luchar contra la codicia especulativa, desde la posición de mero ciudadano no es fácil y es normal caer en desánimo ante nuestra aparente impotencia para cambiar el curso de la historia, pero también sé que la indiferencia social, cava nuestra fosa. Sin acceso a los nutrientes básicos, solo hay desolación y muerte.
Hemos de ser conscientes que el despilfarro de unos pocos, es la miseria para muchos. Actuemos con coherencia, en relación a nuestras necesidades. El consumo desmedido sin conciencia estimula la demanda, incrementando el precio del producto.
Soberanía alimentaria: Se fundamenta en tres pilares: considera la alimentación como un Derecho Humano básico, reclamar para todos los pueblos y Estados el derecho a definir sus propias políticas agrícolas, y poner en el centro de estas políticas a quienes producen los alimentos: agricultores, granjeros y pescadores.
Decálogo. CONSUME: Productos locales; Productos de temporada; Comercio Justo; Ecológicos; Canales cortos de distribución; Críticamente; Libremente; Sin Transgénico; Valorando y Salud.
Para más información:
La burbuja alimentaria. F.Kaufman:
El Rincón Lento de Guadalajara:
elrinconlento.org/
1 comentario:
Pier Paolo Pasolini, en su faceta de intelectual, denunció que, durante la década de los sesenta del siglo pasado, en Italia, el capitalismo y el gobierno de la Democracia Cristiana habían perpetrado un "genocidio antropológico", es decir, la aniquilación de toda forma de cultura particularista incompatible con el ideario consumista y de bienestar material de la clase burguesa. Obviamente, la homologación fue de tipo "cultural", no económica. A nadie pareció importarle tal cosa, ya que incluso los comunistas aceptaban el incipiente bienestar consumista de la clase obrera como un "progreso". De hecho, culturalmente, la verdadera clase social subalterna aniquilada fue el subproletariado. La crisis económica actual, con su efecto más inmoral, la crisis alimentaria, escandaliza a algunos por su aumento estadístico, pero una parte importante de la población se sigue comportando como si a ellos no les vaya a tocar nunca ese efecto aberrante de la precariedad social. La prueba: pasear por barrios modestos y observar las terrazas de los bares. Nuestros hábitos de consumo son insolidarios porque, como ya indicara Pasolini, nuestra "cultura", con o sin crisis económica, sigue siendo la del bienestar consumista de las clases acomodadas. Ninguna estadística movilizará a los conformistas.
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