En mundo actual la información es prácticamente instantánea. Da la sensación que conocemos el hecho antes que se produzca, para olvidarnos en seguida ante el flujo incesante de nuevos acontecimientos con que los medios nos atosigan. La memoria saturada nos avoca a conocer de todo y no saber de nada. Ante un hecho acaecido, si no reflexionamos, este se convierte en un mero destello de luz de artificio. La brevedad y la inmediatez llega al paroxismo, en todo momento he de volcar a la “red” todo cuanto pienso, deseo y siento, en 140 caracteres del Twitter.
Hace unos días, la prensa del mundo informó de cuatro noticias, la primera el treinta de septiembre y la segunda el cuatro de octubre y las dos últimas doce y trece de octubre:
En la primera se nos informaba de un acontecimiento científico sin parangón en la ciencia de la astrofísica, cual es el descubrir la existencia de agua en el planeta Marte.
En la segunda cuatro días después, la declaración, en la víspera de la inauguración de Sínodo de los Obispos sobre la Familia, del prelado Krysztof Charamsa, su homosexualidad y la presentación en sociedad de su pareja Eduard un ciudadano catalán.
En la tercera se nos advierte que quemar el petróleo que queda derretirá todo el hielo de la Antártida
En la cuarta se nos comunica que, el 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto.
Las cuatro tuvieron su correspondiente tratamiento en los medios de comunicación, claro está, que primando más la subjetividad, y la tendencia ideológica, que la estricta objetividad informativa.
Si bien por separado las cuatro noticias, cada una de ellas nos podría generar sentimientos diferentes en razón a su contexto: científico, espiritual (creencia), económico y ecológico, vistas en su conjunto desde la perspectiva social y ética, se ajustan- a mí criterio- a una doble moral.
1) En el acontecimiento planetario, los científicos mostraban preocupación, sobre la posibilidad de que en futuros viajes no tripulados a la zona, dónde se cree con certeza que hay agua, esta pudiera ser contaminada por organismos de nuestro planeta.
Si a nuestros científicos más prominentes, les preocupa más lo que puede ocurrir con HO2 de Marte, que en su posición más próxima a la Tierra se halla a 59 millones de km, es que los árboles no les dejan ver el bosque. ¿No sería más prioritario investigar para preservar nuestro medio ambiente y con ello reducir el efecto invernadero?.
2) La declaración de amor del prelado Krysztof Charamsa, ha sido vilipendiada por la Curia, un acto de cinismo, “quien soy yo para juzgar a nadie, por su condición sexual” decía hace poco el Papa Francisco a los periodistas en un vuelo transoceánico.
Desde cuándo declarar que amas a otro ser humano es un acto inmoral, “que importa el sexo si el amor es puro: Aquiles-Patroclo”. ¿Es racional imponer a un ser humano el celibato? ¿Cómo se puede juzgar a un semejante por sus “sombras” y esconder las nuestras? La ocultación por la curia de la homosexualidad no tiene más clemencia, que la confesión pública y sincera del amor un semejante del mismo sexo.
3) La codicia y desmesura de las naciones por el “oro negro” de la Antártida no tiene límites. Los últimos estudios de las reservas de petróleo en la Antártida se estiman según OPEP en 1,5 billones de barriles de petróleo.
Su extracción supondrá un aumento del nivel de mar de tres metros por siglo. "Lo que estamos haciendo hoy, lo que hagamos en las próximas décadas, está desencadenando cambios, como la pérdida del hielo de la Antártida y el consiguiente aumento del nivel del mar, que perdurarán durante milenios", dice la investigadora del Instituto para la Investigación del Impacto Climático de la Universidad de Postdam (Alemania) Ricarda Winkelmann, que estuvo en el continente antártico estudiando la evolución de sus hielos. "Si queremos evitar que la Antártida se quede sin hielo necesitamos dejar bajo tierra el carbón, el gas y el petróleo", añade.
Es nuestra codicia más grande que nuestra ceguera.
4) 2015 será recordado como el primer año de la serie histórica en el que la riqueza del 1% de la población mundial alcanzó la mitad del valor del total de activos. En otras palabras: el 1% de la población mundial, aquellos que tienen un patrimonio valorado de 760.000 dólares (667.000 euros o más), poseen tanto dinero líquido o invertido como el 99% restante de la población mundial. Esta enorme brecha entre privilegiados y el resto de la Humanidad, lejos de suturarse, ha seguido ampliándose desde el inicio de la crisis, en 2008. La estadística de Gran Recesión Credit Suisse una de las más fiables, solo deja una lectura posible: los ricos saldrán de la crisis siendo más ricos, tanto en términos absolutos como relativos, y los pobres, relativamente más pobres. Ante esta certeza, a uno no le queda más que preguntarse: para cuando la lucha por el desigual.
O acaso la doble moral, es consustancial al ser humano “haz para ti lo que no toleras en otro”, me pregunto.
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