28/6/12
22/6/12
¿Austeridad o estafa?
El Roto
Se nos dice de forma reiterativa que los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y que esta crisis es fruto de esa actitud. Yo me pregunto. ¿Si he sido un hombre mesurado (nunca mucho de nada) en mí economía? ¿Si he sido capaz, incluso de ahorrar unos € para posibles imprevistos? ¿Cómo se me acusa de despilfarro? Resulta que como toda respuesta a mis reflexiones el Gobierno nos sube la edad de jubilación, aplica una ley laboral draconiana, el copago farmacéutico, la reducción salarial a los funcionarios, la reducción presupuestaria en sanidad y educación, la subida de IRPF y próximamente—lo niegan, luego confirman— la subida del IVA. Y por si esto fuera poco, cada día mayor angustia con la consabida prima de riesgo —jerga económica— que ya es como de la familia. Todo por el bien de los ciudadanos.
Uno es lego en temas de economía —mí abuela no sabía leer ni escribir y sacó adelante una familia— pero en este como en otros temas la intuición y el sentido común han sido mis guías a la hora de hacerme una idea del estado de la situación. Hoy disponemos la ciudadanía de recursos técnicos y documentales sobre cualquier acontecimiento a la vez que la amplitud de su información nos permite contrastarlos de manera que podamos tomar decisiones más acorde con nuestros principios o intereses. Es cuestionable aducir desconocimiento a la hora de decidir sobre lo que más conviene a nuestros intereses o no, somos “Homo economicus”, a lo sumo un exceso de confianza o a veces nos guía la codicia y ya se sabe, “la avaricia rompe el saco”.
Ser libres implica responsabilidad y compromiso, no cabe aducir ignorancia en la toma de decisiones a la hora de llevar a efecto nuestros actos, ya que ella no nos exime de nuestra responsabilidad moral y social ante la comunidad. Pero no es menos cierto que aquellos que valiéndose de mayor conocimiento inducen al ignorante a participar de un acto lesivo para sí mismo y por ende para la sociedad son aún más responsables.
El estado de la situación
La deuda global o total del Estado Español supera actualmente el 363% del PIB, lo que supone que a cada español tiene contraída una deuda con los acreedores de 89.300 €. Esta cifra tomada en su conjunto es engañosa, puesto que si la desglosamos (privada y pública) porcentualmente en relación al PIB tenemos que la deuda a día de hoy es: La Familiar el 82% del total; La empresarial: Empresas no financieras 134% y Entidades financieras 76% y La Pública el 71%. El montante total de la deuda empresarial es el 292% del PIB Español.
Si repartimos el montante de la deuda pública entre los ciudadanos, deberíamos de abonar 16.584 € a los bancos acreedores. Como podemos apreciar la deuda pública, equivale al 71 % del PIB. La comunidad europea, en su día, acordó como tope máximo de endeudamiento de las arcas de cada Estado miembro de la UE, el 60% del PIB. Nosotros lo sobrepasamos en 11 putos, pero cabe decir que Alemania, Francia y Reino Unido, sobrepasan en más de 30 puntos y no pasa nada.
¿Como si estando el estado español dentro de los márgenes de la deuda pública más óptimos de la UE, tenemos dificultad para obtener créditos? Esto nos avoca a una prima de riesgo cada vez más elevada. La razón no se halla en la deuda pública, la hemos de buscar en la deuda privada y de manera significativa en la concerniente a las empresas. El Banco de Pagos Internacionales (BPI) en Ingles (PIS), que es el banco central de bancos centrales con sede en Basilea (Suiza) ha hecho un estudio reciente sobre el umbral en que la deuda deja de ser motor de desarrollo para convertirse en un estrangulamiento socioeconómico. El informe establece el umbral máximo del % del PIB para los tipos de deuda: Pública 85%; Familiar 85%; Empresarial del 90%.
Si nos atenemos al informe del (PSI) podemos apreciar el desfase de la deuda empresarial que es de 3,24 veces el umbral de tolerancia “Threshold” propuesto en el estudio por la entidad. Ahí radica nuestro problema. Esta situación genera desconfianza en los inversores “especuladores”. De nada ha servido la política económica que proponía el Sr. Rajoy antes de desembarcar en La Moncloa, que con su mera llegada al poder todo se iba a normalizar “programa de economía Vudú” como comenta en su libro “Indecentes” el periodista Ernesto Ekaizer.
Reflexiones
¿Debemos ser solidarios todos con la deuda total? o ¿Deberíamos dejar que cada palo aguante su vela? ¿Hemos de permitir que los logros sociales conseguidos durante estas décadas se pierdan en aras de: los beneficios para mí (la banca) y las deudas compartidas (con el pueblo)? ¿Hemos de tolerar el desmembramiento del estado de bienestar? ¿Es el Gobierno el Estado o una delegación de la ciudadanía? ¿Debe el Gobierno gobernar para el pueblo o para la oligarquía? ¿Austeridad o estafa?
Dicen que el talante de un hombre o de una mujer se distingue antes por sus interrogantes que por sus convicciones, he aquí las mías, aunque también es cierto que la peor manera de convencer a alguien es intentarlo, sobretodo en el ámbito de la moral.
Nota: Los datos macroeconómicos referidos en el artículo son susceptibles de cambios a tenor de los acontecimientos.
Documentación consultada:
https://www.bis.org/
http://www.mineco.gob.es
http://www.bde.es
http://alterglobalizacion.wordpress.com
http://www.elblogsalmon.com
http://www.auditoria15m.org
15/6/12
Un cambio de paradigma
Nuestros políticos del partido en el Gobierno (PP), así como los de la oposición (PSOE), en su quehacer por los ciudadanos, se asemejan a la fábula de “Galgos o Podencos”. De poco sirve de qué raza son los perros que persiguen a las liebres, si al final acaban devorándolas. Resulta penoso ver y sentir a ambos, enzarzarse en debates tratando de justificarse, unos de su culpabilidad de la actual crisis y otros de su inoperancia para sacarnos de ella, aduciendo la herencia recibida. Ya han transcurrido siete meses desde que el actual Gobierno ganó con mayoría absoluta las elecciones, enarbolando un programa de política social, que no es que no lo haya llevado a cabo, sino que ha realizado el opuesto a su ideario político.
Una vez más el Gobierno ha hecho gala del lenguaje de eufemismos al que ya nos tiene acostumbrados: La UE nos ha abierto una vía crediticia de cien mil millones de € a un interés muy favorable, decía el Ministro de Economía para enmascarar una realidad objetiva como es ser rescatados, yo diría más bien, que secuestrados por la UE: política, social y económicamente. Al delegar todo poder legislativo a una troika (los hombres de negro) que decidirán nuestro futuro, con en el único objetivo de asegurarse la devolución del capital prestado por los bancos europeos (básicamente alemanes y algún francés) y de sus intereses, lo que supondrá la ruina social para las futuras generaciones.
La caída del muro de Berlín en 1989, último baluarte comunista, fue el catalizador que propició el desmantelamiento de todos los regímenes procomunistas en Europa y el fin de la guerra fría con la implosión de la URSS en 1991. Ante los hechos en julio-septiembre de 1989, el economista político estadounidense Francis Fukuyama publicaba un artículo titulado El fin de la Historia. Llegó a decir que “lo que podríamos estar viendo no es sólo el fin de la Guerra Fría, o de un particular período de post-guerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución histórica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano”.
A partir de ese momento da comienzo una nueva etapa histórica, la globalización, que el (DRAE 2006) define como: “tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”. La Escuela Económica de Chicago es liderada por el economista Milton Friedman (Premio Nobel 1976), partidaria del libre mercado, cuyo pensamiento económico es contrario a las teorías del economista John Maynard Keynes. Su ideología económica da pie al actual Neoliberalismo, que a tenor de lo vivido en esta crisis yo diría que ha sido superado por una nueva visión de la economía el Ultraliberalismo.
La crítica de los liberales al igualitarismo social, se basa en la desmotivación que provoca en la ciudadanía la ausencia de la necesidad del esfuerzo para alcanzar los logros. Contrariamente los partidos de corte social, aducen que el liberalismo –actual— basado en la maximización del beneficio por vía de la especulación del capital, empobrece el capital social. Resulta obvio que ni el socialismo igualitario, ni el neoliberalismo especulativo han sido capaces de dar una respuesta a través de gobiernos democráticos a las necesidades de una ciudadanía cada vez más desafectada políticamente.
Ante el actual panorama socioeconómico fruto de la codicia y mala praxis de nuestros responsables políticos, sin descartar que la “crisis” sea una conspiración para acabar con Estado del Bienestar (The Welfare State) por grupos de poder como: Club Bilderberg; El Word Economic Forum; La Trilateral Commission, todo apunta a que vamos a pasar del “welfare” al “welfare to work ” un “régimen de política de prestaciones sociales condicionadas”. Ambos encarnan dos filosofías opuestas de la pobreza, de la exclusión y, consecuentemente, de la asistencia social, cuyas raíces se hunden en los modelos políticos del liberalismo thatcheriano y de la economía social de mercado respectivamente. Mientras que la doctrina del welfare hace hincapié principalmente en la responsabilidad de la sociedad respecto de la persona marginada y en el derecho de ésta a la integración, la doctrina del workfare no se basa en el principio de solidaridad, sino en el de mérito.
"Trabajar menos supone trabajar todos y vivir más". Si bien los avances técnicos se producen a un ritmo vertiginoso que, el de ayer ya es antiguo, el de hace una semana histórico y el de hace un mes ya no lo recordamos, tenemos por suerte todos o casi todos algún abuelo, al que su memoria presente, la de aprendizaje le falla, pero en cambio posee intacta la del pasado. Gracias a ellos podemos evaluar, los grandes avances tecnológicos del presente, ya que sabremos de dónde partimos. Se da una paradoja que, ambos mi abuelo y yo tenemos a pesar del gran progreso tecnológico, la misma jornada laboral, 48 horas semanales en la UE y 40h en España ¿Cómo es posible?, después de tanto avance tecnológico, me pregunto.
"Economía como si la gente y el planeta importaran". Desde hace años, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publica el Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) en función de una serie de variables (esperanza de vida, tasa de alfabetización, PIB per cápita...). "El concepto de desarrollo es más amplio, pero este índice es una alternativa sólida al uso del PIB per cápita como medida del bienestar humano", señala el PNUD. España en el 2008 se encontraba en el puesto número 13 del ranking IDH en 2011 en el puesto 23 dos puestos por debajo de Eslovenia y diecisiete de Alemania.
Quizás la actual situación sea un augurio de un cambio de paradigma, una toma de conciencia de la necesidad de la cooperación versus la competitividad social. Parafraseando a un político “hay algunos brotes verdes” lo que presuponen alternativas al actual sistema —canalla— especulativo.
Por citar algunos movimientos ya en marcha tenemos a modo de ejemplo: La economía del bien común, www.gemeinwohl-oekonomie.org ; La banca Ética, www.bancaetica.es/ ; Decrecimiento, www.decrecimiento.info ; Movimiento 15M http://movimiento15m.org/ ; New Economics Fundation (NEF) presenta su proyecto “21 horas. Por qué una semana laboral más corta” http:// www.neweconomics.org / Este un pequeño muestreo de alternativas para el cambio social. Pero el nuevo paradigma solo será posible si somos capaces cada uno en su parcela de generar sinergia, al comprender que solo es posible con el otro.
13/6/12
Un nuevo inicio
A primeros del mes de noviembre del 64 del siglo pasado, llegué procedente de la ciudad de Lausanne a Barcelona. Me hospedé en casa de mi tía Tere, hermana de mi difunta madre. Existen circunstancias en la vida de las personas que marcan su destino, tal vez una de ellas fue que un tío mío de nombre Paulino, había regresado a Madrid, lo que facilitó la posibilidad de que yo ocupara su lugar en casa de mi tía Tere.
Residían en la calle Padilla esquina a la avenida Gran Vía como se la conocía, supongo que para no hacer mención al fundador de la falange, con cuyo nombre aparecía en la guía de Barcelona la avenida. La vivienda se ubicaba en el quinto piso de un bloque de seis plantas, cuatro viviendas por rellano. Por aquella fecha en el piso —de unos 100m²— residían además de mis tíos —Teresa y Antonio— sus hijos: Antonio el de más edad, Armando el mediano y Ana la pequeña. También la abuela “La Tita”, la madre de mi tío.
La ubicación de mi nueva residencia, estaba a escasos diez minutos andando de la Sagrada Familia, la obra póstuma e inconclusa de uno de mis ídolos, el insigne arquitecto Antoni Gaudí i Cornet. Curiosamente desde el balcón de mi nueva residencia podía contemplar el mar, paradojas de la vida, los dos elementos que cuando pase por Barcelona de ida para Suiza me enamoraron. El “destino” o lo que sea, ha querido que desde el año 1974 mí residencia se halle ubicada al costado de otra obra del insigne arquitecto, cual es el Park Güell, lo que me ha permitido y me permite contemplar cada mañana como se culmina día a día el sueño de Gaudí, la Sagrada Familia, y la mar mi otro amor.
Partí de un barrio de una ciudad —Madrid— bulliciosa que apenas anhelaba el reposo, hacia un país —Suiza— de un ordenado equilibrio, y regresé a una ciudad — Barcelona— que vivía de espaldas al mar, “El Mare Nostrum” y donde el trabajo era virtud y las diez de la noche madrugada. En la que, su franja costera—hasta el 92— era baluarte fabril productivo, que impedía a sus ciudadanos gozar del reflejo de la luz mediterránea
Descubrí una ciudad bien diseñada con avenidas y calles amplias. Me intrigó la ausencia de la esquina entre sus calles, que era sustituida por un chaflán, lo que decía de mucho en favor de un pueblo previsor y poco dado al sobresalto. La ciudad disponía de un nutrido número de fuentes repartidas por la ciudad, todas ellas con alegorías esculpidas en bronce. Su fuente más emblemática, era y es, La Fuente de Canaletes, situada al inicio de la Rambla. Como dice la tradición “Si bebéis agua de la Fuente de Canaletas os enamoraréis de Barcelona. Y por muy lejos que os marchéis, siempre volveréis” Doy fe de ella, yo bebí, y aquí sigo. La más colorida y majestuosa la Fuente Mágica de Montjuïc.
Si bien era otro muy diferente al de cuando partí, verbigracia de la experiencia de vida adquirida en mi breve estancia en Suiza, que me había hecho crecer como individuo, dando solidez a principios humanistas, al desechar todo prejuicio fruto del temor al diferente, mi formación cultural y profesional era bien pobre, la posibilidad para conseguir un trabajo cualificado era ínfima ¿ Qué podía ofrecer si venia de fregar cacerolas?
Si algo tenía claro, era que no volvería a casa de mis abuelos en Madrid. Quiso la fortuna que mi tía Tere tuviera amistad con un hermano de su congregación —que era Testigo de Jehová—, que trabajaba de recepcionista en el Hotel Ritz de Barcelona. Al comentarle mi situación laboral, le rogó a ver si podía colocarme en la cocina del hotel. Días más tarde comencé mi nueva etapa en la hostelería como pinche de cocina.
En el próximo mes de Noviembre de este año 2013 hará cuarenta y nueve años que resido en la ciudad Condal, claro que para muchos es un hecho normal, pues bebí agua de la fuente de Canaletas.
El próximo relato ya será otra historia…
4/6/12
Crisis u oportunismo
Hay una máxima atribuida al género femenino que dice “piensa mal y acertarás” . Es notoria su capacidad intuitiva, que el Diccionario M. Moliner define como “Acto intelectivo que proporciona el conocimiento de las cosas por su sola percepción, sin razonamientos”. Los acontecimientos que acontecen día a día amparados en la “crisis” y en la herencia que han dejado los Gobiernos socialistas, me hacen acoger al dicho “piensa mal y acertarás”.
Es notoria la actitud prepotente del Gobierno cuando no chulesca de su presidente Sr. Rajoy al anunciar que “cada viernes, reformas, y el que viene, también: sin descanso”, toda vez que se siente legitimado para tomar esas decisiones por el aval que le otorgaron las urnas el 28.N. Dicho en otras palabras: “Incumplo todas mis promesas porque la gente me otorgó su confianza en la creencia de que las cumpliría y para que las cumpliera”. Es una obviedad que “donde dijo diego dice digo”, y llegando a confundir Gobierno con Estado.
Ante la irracionalidad de los hechos para hacer frente a la “crisis”, uno se pregunta si no hay otros métodos para hacerle frente, sin que ello comporte avocarnos durante generaciones a la penuria más absoluta. Salvo que las razones de las medidas tomadas encubran intereses espurios. A los economistas se les suele comparar a los profetas, pero así como estos hacen profecías de futuro, ellos— los economistas— generalmente sus”predicciones” son del pasado. No obstante el artículo: El programa de la austeridad que acompaña a esta breve introducción, a mí entendimiento confirma mi desconfianza, la crisis no es un fin en sí misma, sino un medio para otros fines…
El programa de la austeridad
“El auge económico, y no la crisis, es el momento adecuado para la austeridad”. Eso afirmaba John Maynard Keynes hace 75 años, y tenía razón. Aun cuando se tenga un problema de déficit a largo plazo — ¿y quién no lo tiene?—, recortar drásticamente el gasto mientras la economía está profundamente deprimida es una estrategia contraproducente porque no hace más que agravar la depresión.
¿Y por qué el Reino Unido está haciendo exactamente lo que no debería hacer?. A diferencia de los gobiernos de, por ejemplo, España o California, el Gobierno británico puede adquirir préstamos con total libertad a unos tipos de interés más bajos que nunca. Así que, ¿por qué el Gobierno está reduciendo drásticamente la inversión y eliminando cientos de miles de puestos de trabajo en el sector público en vez de esperar a que la economía sea más fuerte?. En los últimos días he planteado esa pregunta a algunos defensores del Gobierno del primer ministro David Cameron, unas veces, en privado, y otras, en la televisión. Y todas esas conversaciones han seguido la misma pauta: han empezado con una mala metáfora y han terminado con la revelación de los motivos ocultos.
La mala metáfora —que seguramente habrán escuchado muchas veces— equipara los problemas de deuda de una economía nacional con los problemas de deuda de una familia individual. Una familia que ha asumido una deuda excesiva, cuenta la historia, debe apretarse el cinturón. De modo que si el Reino Unido en su conjunto ha asumido una deuda excesiva (cosa que ha hecho, aunque es, en su mayoría, deuda privada, más que pública), ¿no debería hacer lo mismo?. ¿Qué tiene de malo esta comparación?. La respuesta es que una economía no es como una familia endeudada. Nuestra deuda es en su mayoría dinero que nos debemos unos a otros; y lo que es aún más importante, nuestros ingresos provienen principalmente de lo que nos vendemos unos a otros. Sus gastos son mis ingresos y mis gastos son sus ingresos. ¿Y qué pasa si todo el mundo simultáneamente reduce drásticamente el gasto en un intento de pagar lo que debe?. La respuesta es que los ingresos de todo el mundo se reducen; mis ingresos disminuyen porque ustedes están gastando menos, y sus ingresos disminuyen porque yo estoy gastando menos. Y, a medida que nuestros ingresos se hunden, nuestro problema de deuda se agrava, no mejora. Esto no es nada nuevo.
El gran economista estadounidense Irving Fisher ya lo explicó allá por 1933, y resumió lo que él llamaba “deflación de la deuda” con el conciso y expresivo eslogan: “Cuanto más pagan los deudores, más deben”. Los acontecimientos recientes, sobre todo la mortal espiral de la austeridad en Europa, han ilustrado de manera trágica la verdad de las ideas de Fisher.
Y hay una moraleja clara en esta historia: cuando el sector privado intenta desesperadamente pagar lo que debe, el sector público debería hacer lo contrario, y gastar cuando el sector privado no puede o no quiere. Desde luego que debemos equilibrar nuestro presupuesto una vez que la economía se haya recuperado, pero no ahora. La expansión, y no la crisis, es el momento adecuado para la austeridad. Como ya he dicho, esto no es nada nuevo. Así que ¿por qué tantos políticos insisten en aplicar medidas de austeridad durante la crisis?. ¿Y por qué no cambian de estrategia ni siquiera cuando la experiencia confirma las lecciones de la teoría y la historia?
Bueno, aquí es donde la cosa se pone interesante. Porque cuando uno presiona a los defensores de la austeridad haciéndoles ver lo malo de su metáfora, casi siempre se refugian en afirmaciones como: “Pero es esencial que reduzcamos el tamaño del Estado”.
Ahora bien, estas afirmaciones suelen ir acompañadas de aseveraciones sobre que la propia crisis económica demuestra la necesidad de reducir el Estado. Pero eso es manifiestamente falso. Fíjense en los países europeos que han capeado mejor el temporal y, en lo alto de la lista, encontrarán naciones con grandes Estados como Suecia o Austria. Y si se fijan, por otro lado, en los conservadores del país admirados antes de la crisis, encontrarán que George Osborne, ministro de Economía y Hacienda del Reino Unido y arquitecto de la actual política económica del país, describe Irlanda como “un magnífico ejemplo del arte de lo posible”. Mientras tanto, el Instituto Cato elogia los bajos impuestos de Islandia y espera que otros países industrializados “aprendan del éxito de Islandia”. Así que la defensa de la austeridad en el Reino Unido no tiene en realidad nada que ver con los déficits; tiene que ver con usar el pánico al déficit como excusa para desmantelar programas sociales. Y esto es, por supuesto, exactamente lo mismo que ha estado pasando en EE UU. Para ser justos con los conservadores del Reino Unido, no son tan toscos como sus homólogos estadounidenses. No claman contra los males de los déficits para, acto seguido, exigir enormes reducciones de impuestos para los ricos (aunque, de hecho, el Gobierno de Cameron ha rebajado considerablemente los tipos impositivos más altos). Y, en general, parecen menos decididos que la derecha estadounidense a ayudar a los ricos y castigar a los pobres. Aun así, la dirección de la política es la misma; y también la esencial falta de sinceridad de los llamamientos a favor de la austeridad.
La gran pregunta aquí es si la evidente incapacidad de la austeridad para producir una recuperación económica conducirá a un plan B. Es posible. Pero sospecho que, aun cuando se anuncie dicho plan,no supondrá gran cosa. Porque la recuperación económica nunca ha sido el objetivo; la defensa de la austeridad siempre ha pretendido utilizar la crisis, no resolverla. Y sigue siendo así.
J.Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y Premio Nobel 2008.
(c) New York Times Service 2012.
Traducción de News Clips.
3/6/12
La perversión del lenguaje
En los últimos treinta y cinco años hemos pasado de una dictadura militar a un sistema democrático. En este intervalo de tiempo hemos alcanzado cotas sociales inimaginables para aquellos que nacimos durante el régimen dictatorial. Aquel anhelo de ansia de libertad de los años 70 lo hizo posible. Desde las primeras elecciones democráticas en el año 1977 “Legislatura Constituyente” donde obtiene el triunfo por mayoría simple el partido de UCD de Adolfo Suárez a las últimas del 2011 han transcurrido doce legislaturas. Si descontamos las dos primeras legislaturas de la UCD al considerarlas como un periodo de transición hacia una democracia, después de casi cuarenta años de una dictadura, las cuatro legislaturas siguientes de 1982 a 1996 han sido de un claro dominio socialista de Felipe González Márquez, con porcentaje medio de votos del 42.6%, frente a un 28.22% de Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga Iribarne.