Con la instauración de la democracia en nuestro país, después de casi cuarenta años de una dictadura, el 15 de Junio del 1977 pudo por fin, el pueblo elegir democráticamente a sus representantes, dos años más tarde votó la Constitución, Carta Magna donde se recogen nuestros derechos y obligaciones.
A día de hoy, transcurridos más de treinta años podemos observar que, si bien reclamamos de forma sistemática, a veces incluso con indignación, los derechos que creemos nos asisten, cuando se nos interpela sobre nuestras obligaciones como ciudadanos, nos sentimos ofendidos y con vehemencia solemos responder: "yo ya pago mis impuestos", lo que supuestamente nos legitima para ir en contra de toda legalidad democrática, es más, llegamos a considerar avispado al que elude la ley o le consideramos un héroe que se “ha hecho a sí mismo”.
Este doble rasero de víctima y no culpable hace que nuestra sociedad se halle huérfana de valores tales como la responsabilidad y por ende la libertad. Al observar nuestro comportamiento social diría que volvemos a las fuentes del culto a una nueva deidad a la que adorar: al dinero y al experto. Estos -como esa deidades del pasado- nos liberan de la necesidad de pensar y con sus designios nos hacen inmunes a cualquier sentimiento de culpabilidad, e igualmente esclavos.
Los pilares en los que se sustenta toda sociedad son: la educación, la justicia, la salud y los valores que en toda comunidad humana han de darse para su cohesión. Nuestra actitud frente a ellos, al encomendar a otro nuestro deber, es un fiel reflejo de una “sociedad delegada”.
El neoculto nos incita a la búsqueda del prestigio “es más importante tener que ser”, en nuestro entorno social donde, en ausencia de libertad ("La libertad se mide en tiempo libre" Marx) delegamos cometidos personales e ineludibles al “experto”, el cual nos libera de nuestro compromiso social mediante el pago del “diezmo”.
La salud es un claro ejemplo de delegación. Hoy ante el más mínimo síntoma recurrimos al Dr. especialista, hemos perdido aquella cultura ancestral de nuestras abuelas que les permitió afrontar determinadas dolencias. Hoy ya no recurrimos a remedios caseros para la curación de un simple resfriado, reclamamos la prescripción del antibiótico y utilizamos la cirugía para moldear nuestra imagen en función de la moda. No somos capaces de afrontar el más mínimo fracaso, social o profesional sin recurrir al psiquíatra. La medicina es ya un artículo más de consumo a ofertar al “ciudadano” consumidor.
Es mucho lo que nos perdemos al delegar, nos perdemos lo que nos hace diferentes del resto de los seres, la posibilidad de crear y el gozo del proceso artesanal del bien hacer, cada uno es su propio alfarero que, con sus manos, habrá de dar forma día a día a su presente.
Dedicado a mí amigo Juan.
2 comentarios:
Ya veo que no nos entendimos,
tu empiezas tu articulo con: "Con la instauración de la democracia en nuestro país"
circunscribiendo la sociedad delegada (en la que estamos de acuerdo) a nuestro país
y yo creo que es algo universal algo humano el delegar en las instituciones, solo era
eso.
Gracias por dedicarme el artículo, un abrazo.
igualmente las listas abiertas, cuentas claras de los partidos,y por ejemplo votaciones entre semanasquizas ayuadian a reestablecer la creencia en la democracia
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