30/11/11
28/11/11
Austeridad
El otro día vi un eslogan que decía: “Se precisan electricistas y sacerdotes, los unos para quitar enchufes los otros para repartir ostias”. Hoy me ha venido a la mente al leer en el diario El País un artículo de Ivanna Vallespín.
EL PAÍS, lunes 28 de noviembre de 2011
Alcaldes y ediles de Barcelona se embolsan hasta 38.000 euros al año en dietas.
Un ente metropolitano reparte 800.000 euros por este concepto entre 90 cargos
Las jugosas dietas de la nueva Área Metropolitana de Barcelona (AMB), organismo supramunicipal que coordina políticas de transportes, residuos y aguas, permiten a alcaldes y concejales ver incrementados sus sueldos en hasta un 56% por asistir a reuniones que, en su mayoría, son breves, rutinarias y no exigen apenas desplazamientos.
Un caso destacado es el del alcalde de la capital catalana, Xavier Trias (CiU), que a su sueldo anual de 110.000 euros suma otros 36.800 (un 33,4% más) por asistir a dos o tres encuentros al mes. El que más ve subir sus ingresos con relación a su salario, un 56%, es el edil barcelonés Joan Trullén (PSC), que suma 31.600 euros anuales a los 56.400 de sueldo. El alcalde socialista de Cornellà de Llobregat, Antoni Balmón, es quien más dinero percibe en dietas, un total de 38.800 euros por 40 reuniones anuales, que añaden un 51,4% a su salario de primer regidor, de 71.600.
En el reparto del pastel de la AMB, un organismo creado en julio con la fusión de tres entes sectoriales y gobernado por un cuatripartito (CiU, PSC, ERC e ICV), participan políticos de todas las formaciones, también de la oposición (PP). Jordi Portabella (ERC) cobra 27.000 euros en dietas a de más de su sueldo de 98.200€ como portavoz en el Ayuntamiento de Barcelona. . Lluís Tejedor, alcalde de ICV de El Prat de Llobregat, tiene un sueldo de 70.300 euros y percibe 27.000 más en dietas. Y Manuel Reyes, alcalde del PP de Castelldefels, con un salario de 66.400 euros, percibe otros 23.300 por 18 reuniones al año.
En total, la AMB se gasta 800.779 euros en dietas, que sirven para retribuir la asistencia a 90 responsables políticos a sus distintas sesiones. Los principales beneficiarios son, sin embargo, un grupo de 11 cargos que acaparan 333.300 euros (un 41,6% del total). El Consejo Metropolitano (similar a un pleno municipal) se reúne nueve veces al año y abona a sus 90 asistentes entre 323 y 1.350 euros por encuentro. Todas las demás comisiones y juntas no suelen durar más de media hora. La Junta de Gobierno, quincenal, paga a sus 17 miembros de 798 a 1.233 euros por sesión. La Comisión Informativa se reúne nueve veces al año y abona por cada una de ellas 176 euros a los 74 asistentes, la misma cantidad que perciben los siete miembros de la Comisión de Cuentas por sus dos sesiones anuales.
La AMB defiende que con la reorganización de la Administración en julio y la fusión de los tres organismos —Entidad de Medio Ambiente, Entidad de Transporte y Mancomunidad de Municipios — se ha conseguido reducir a la mitad la partida de las dietas. El organismo tiene 600 millones de presupuesto, 450 empleados y lo forman 36 municipios de la conurbación de Barcelona.
El caso de la AMB es parecido al de la Diputación de Barcelona, que también reparte dietas entre cargos sin dedicación exclusiva. Veintiuno de los 51 diputados cobran 2.100 euros al mes por asistir a un pleno (que suele durar 10 minutos) y a una comisión informativa que dura media hora.
Sin comentarios
15/11/11
¿Qué votamos?
No tuvimos la suerte de ser invitados a la mesa del banquete del Plan Marshall, a finales de los años cuarenta del pasado siglo y que de forma magistral Luis García-Berlanga nos muestra en la película Bienvenido Mr. Marshall. Hubieron de pasar más de treinta años para poder sentarnos a una mesa (el 1 de Enero de 1986) con los países de la CEE (Comunidad Económica Europea).Éramos los parientes pobres en aquel entonces, hoy seguimos siendo pobres pero con pretensiones como ya en anteriores artículos he mencionado.
Creíamos que por que nos invitaran a la mesa— de la UE actualmente— ya sabíamos manejar los cubiertos para comer, craso error. Hoy nos encontramos con que aún no sabemos —a pesar del tiempo transcurrido— manejarlos con eficacia. Motivo por el que nuestros anfitriones nos impones medidas restrictivas dictadas por ellos.
Serán sus mayordomos —los tecnócratas— los que nos enseñen como llevarlas a cabo. Me pregunto en qué democracia estamos en la que el ciudadano decide entre: si quédate o no te vayas. Realmente sirve de algo en estas elecciones nuestro voto a la hora de elegir un candidato o ¿Es un mero artificio que legitima nuestra seuda democracia en el contexto de UE?
Todos, en cierta manera hemos participado en la génesis de la actual crisis. Ahora bien, a la hora de hacer justicia hemos matizar, pues existen grados de culpabilidad. No son razones económicas las que nos han abocado a ella sino políticas. La impunidad ante la ley por corrupción de nuestros representantes políticos por actos delictivos de cohecho. La prevaricación de nuestros jueces que ha quebrado la imparcialidad de nuestro sistema judicial. Son estos polvos los que han generado estos lodos sociales: egoísmo, impunidad e ignorancia. Una polis donde todo está justificado si obtenemos rédito.
Subvertir esta realidad no será tarea fácil, pues es preciso para ellos recuperar la dignidad de ciudadano, que no es otra que el poder de decidir en libertad nuestro devenir democrático sin ambages ni subterfugios, es decir democracia real: el gobierno del pueblo y para el pueblo.
No cabe le desanimo en el camino como nos dice el Quijote “no importa cuántas veces nos caigamos del caballo, hay que volver a levantarse y seguir nuestros ideales”
14/11/11
Un nuevo intento
Comencé las clases en la escuela “Virgen de la Paloma” pasado el verano, con quince años cumplidos.
De las cuatro estaciones del año, la que más recuerdos me evoca es la estival. Mis sentidos quedaron impregnados de sensaciones imborrables como: la siesta obligada después del diario hablado de las dos, que imponía al vecindario un respetuoso—que tanto me costaba— silencio solidario; el olor a tierra húmeda que emanaba al regar la calle, para aplacar el “fuego” del verano, “Madrid nueve meses de invierno y tres de infierno” decían los lugareños; el griterío de los juegos de los más menudos; el corrillo que formábamos los adolescentes en torno al narrador afortunado, que había visto la última “peli” de guerra; el palpitar acelerado de mí corazón, ante la presencia del primer amor “platónico”, se llamaba Pili…
Todos aún los puedo visionar y sentir con cerrar los ojos, pero hay uno que recuerdo con gran placer, tal vez fuese el que me incubó el placer de la oratoria.
Al caer la tarde con las primeras sobras de la noche, los vecinos del “41” y algunos otros, sacaban silla y banquetas a la calle y se sentaban en la entrada de la taberna formando un amplio círculo. Se contaban historias reales o inventadas de las que eran protagonistas. Estas pláticas duraban hasta bien entrada la noche. A mí me producía un placer inenarrable, algún día yo también seré—pensaba— el protagonista de una historia. Me había matriculado en la escuela en el horario nocturno, de manera que pudiera compatibilizar las dos condiciones que lo hacían posible: ayudar a los abuelos en la taberna y cuidar de mi hermana.
En las clases de teoría: Matemáticas; Física y Química; Gramática y Literatura; Historia de España; Tecnología y las dos “marías” la F.E.N (formación del espíritu nacional) y Religión.—en el aula éramos unos veinte alumnos cuyas edades oscilaban entre los quince y los veinte años, el más joven de todos era yo— descubrí con agrado que los conocimientos que poseía me permitían obtener buenas notas, en relación al resto de los demás compañeros, algo que se invertía cuando se trataba de las prácticas de taller, a pesar del interés que le ponía.
Algunas veces pienso que no es fruto de la casualidad, mi apellido Guerrero, sí no el reflejo nominal de un condicionante natural que me impulsa a ser contestatario. El profesor que nos daba la F.E.N, era, como no, falangista, pero la verdad es que no le recuerdo dogmático, supongo que se vio en la obligación de dar esa materia por su condición de “ser” y le vino ni que al pelo para ganarse un sobresueldo en aquellos tiempos de necesidad. Otra cosa era el de religión, la impartía un sacerdote salesiano de la orden de San Juan Bosco, que regían la escuela de Artes y Oficios de la Virgen de la Paloma. Todos acataban, con más o menos entusiasmo, la clase de Religión, todos menos yo “el rebelde sin causa”. Esta actitud contestataria de cuestionar lo divino en pro de lo humano me acarreó no pocos problemas.
Después de todo un curso de esfuerzo, no era fácil para mí simultanear las labores en la taberna y cuidados de la “Merche”—como comúnmente la llamábamos a mi hermana— con los estudios, pero la ilusión de la vuelta a clase, y lo que era más importante, tenía una posibilidad de convencer a mi padre de que sí servía para estudiar, me daban fuerzas para hacer frente a cualquier dificultad. Por fin llego Junio y con él los exámenes, saqué buenas notas en teórica y aprobé de misericordia las prácticas, pero poco dura la dicha en la casa del pobre, mí tozudez con el cura de religión me generó un suspenso, lo que significaba en aquellos años que, si no aprobabas en Septiembre la asignatura, no podía pasar al curso siguiente ni continuar en la escuela.
Estoy seguro, a pesar de que no le tragaba, que habría aceptado el ir a misa los Domingos, condición sine qua non, para aprobar. Pero un orgullo exacerbado por el dolor de la indiferencia, me jugó una mala pasada. Con las notas en la mano e insultante, se las mostré a mi padre esperando de él un reconocimiento a mi esfuerzo, su actitud indiferente—como yo la recuerdo— quebró de nuevo la posibilidad de seguir unos estudios, nunca fui a misa.
1/11/11
El sueño
Al cabo de unos días de haberse inaugurado la Exposición, al finalizar mi turno —el de mañana— me comunicaron que Mme., Monnet solicitaba mi presencia en su despacho. Rápidamente realicé un repaso memorístico sobre todo lo acaecido en el trabajo durante estos días transcurridos, pues la verdad es que me sentí un tanto inquieto, no había en mis recuerdos ningún hecho que pudiera ser merecedor de una amonestación, pero a pesar de ello aún me asaltaba cierto temor. Golpeé con los nudillos la puerta de su despacho con cierta timidez. Mme., Monnet la abrió: Pase Sr. Alonso, por favor tome asiento, y me comentó: hoy han llegado de España cuatro compatriotas suyas que se incorporan a trabajar con nosotros, le estaría muy agradecida si fuera tan amable de acompañarlas y mostrarles sus aposentos, si no tiene ningún inconveniente. Ninguno, contesté.
Eran cuatro chicas, una gallega y tres del foro (Madrid). Había cumplido los dieciocho y mi experiencia con las mujeres —por aquel entonces— era nula, mí timidez la suplía con un cierta dureza a lo John Wayne o haciendo gala de ser un taciturno e indiferente a lo Paul Newman. Mi relación, con ellas ya nació muerta fruto de mi timidez, ésta solo se limitó a un breve saludo cortés en el trabajo y poco más, siempre interpreté el papel de hombre duro y taciturno.
La alternancia en los turnos de trabajo —mañana o tarde— me dió la posibilidad de poder descubrir la ciudad en los diferentes momentos del día mañana, tarde o noche. La mañana tenía para mí un especial encanto, me permitía vivir de forma ficticia un deseo truncado por la contingencia de la vida, la de ir a la Universidad y estudiar en la Facultad de Medicina. Mi infancia estaba estrechamente vinculada al sufrimiento provocado por la enfermedad. No recuerdo cuando nació en mí este deseo vocacional, sin embargo sí, del momento en el que fui consciente del mismo.
Solía ir a la biblioteca ubicada en el Ayuntamiento del barrio en que residía. Tenía nueve o diez años. Había en las estantería un libro que siempre me paraba a contemplarlo “Cuerpos y Almas” de Meersch Maxence Van Der. Un día me decidí a solicitarlo —a pesar de su volumen—. Fue grande mi decepción, era solo para adultos. La bibliotecaria ante mi reiterada insistencia me narró su argumento. Desde ese instante soñé con que algún día iría a la Facultad de Medicina.
Dos libros me acompañaron a Suiza: una Historia de la filosofía y un tomo descriptivo sobre los diferentes tipos de Neoplasias. En los días que trabajaba en el turno de tarde solía ir —con mis dos libros en ristre— a la catedral de Lausanne, situada en barrio viejo de la ciudad. Allí cada mañana solía poblarse de estudiantes de diversas Facultades entre clase y clase. La catedral gótica del siglo XVI confería al entorno un sugestivo ambiente romántico complementado con la existencia de diversos cafés en la zona.
Yo con mis dos libros en ristre mezclándome entre ellos —por deseo y edad— me hacía sentirme uno más. Tuvieron que pasar diez años y el amor de una mujer para hacer realidad un sueño.
21/10/11
La primera experiencia…
Hace más de tres meses que no escribo nada sobre mis recuerdos. A consecuencia de la convulsa situación sociopolítica en toda Europa y las expectativas— convocatoria electoral — de un cambio en la gobernanza del país. Conclusa la misma y frustrada la esperanza de un “sueño”. Me pregunto ¿Dónde hay que vivir? ¿Tal vez, en el interior de uno mismo, en la intimidad?, en la que nuestros recuerdos se entrelazan para crear las imágenes del tapiz de nuestra historia. Hoy comienzo a tejer un nuevo episodio de mi historia.
Al cabo de unas semanas de trabajo en el restaurant, mediante un chapurreo multilingüe me fui comunicando con los compañeros más próximos. De entre ellos con el que más me relacionaba era con Kurt, un joven alemán unos años mayor que yo. Estaba encargado del almacén de suministros para la cocina. Solíamos coincidir en el turno de trabajo, y el hecho de que el almacén estuviera ubicado próximo a mi lugar de trabajo —“casserolier” responsable de limpiar todos los utensilios necesarios para cocinar véase: marmitas, ollas, cacerolas, cazos, rustideras para el horno, sartenes etc. de todo tipo y tamaño— nos permitía “dialogar” o algo parecido, lo que propició el resurgir de una cierta amistad.
Kurt era un joven impetuoso que siempre andaba de un sitio para otro, del almacén a la cocina y cuando no recogía en el muelle de descarga, situado en la parte trasera del restaurante, lo que llegaba, si eran productos frescos llevarlos a la cocina, si no lo eran los almacenaba. Recuerdo una anécdota que sucedió a consecuencia de su vitalismo. La puerta del almacén que daba acceso a la cocina era de vidrio y se abría automáticamente. Él siempre confiaba en su apertura automática —técnica alemana me decía— pero en más de una ocasión su velocidad era superior a la acción de apertura, lo que hacía que se diera de bruces con el vidrio de la puerta. Ya habíamos comentado que un día su ímpetu sería superior a la tecnología y así sucedió, hubieron de reponer la puerta de vidrio, el potencial alemán fue superior a la velocidad de la “luz”.
Cuando coincidíamos en el turno de tarde solíamos ir a tomar unas “Bier” a un bar situado en el recinto de la Exposición, donde a la vez que saborear unas cervezas, podíamos deleitarnos escuchando—al aire libre— música de Jazz, que solían tocar distintos grupos orquestales. El Jazz y los influjos del alcohol diluían mi marcada timidez, lo que provocaba en mí una total y absoluta inhibición que me hacía ser capaz de atreverme con todo, incluso de dirigirme de forma disoluta a cualquiera de las chicas presentes en la terraza.
Esta confraternidad me permitió mi primera experiencia amorosa. Kurt solía ir con frecuencia a una especie de verbena que tenía lugar los viernes por la noche en el recinto de la exposición, era una carpa situada próxima al lago Lemán. Él siempre me invitaba a que le acompañase, pero yo rehusaba con alguna excusa para no hacerlo. La razón no era otra que mi timidez, a pesar que me apetecía, pero nunca lograba vencerla. Yo tenía una pequeña radio con la que escuchaba cada día Radio España Independiente. Era como tener un cordón umbilical sonoro que me alimentaba y me mantenía próximo a los míos. Supe a través de ella que se estaba jugando en España la copa de Europa de selecciones nacionales, pero poco más. Como buen aficionado al fútbol, Kurt estaba a la orden del día del acontecimiento que se estaba desarrollando en España.
El día que España venció a Rusia en la final de la copa de Europa, ese día me tocaba turno de tarde. Yo no estaba al corriente del evento. Después de la cena del personal, y antes de comenzar a servirla a los clientes, me abordó Kurt un tanto excitado. Apenas podía entender lo que me quería decir con tanta urgencia. Por fin supe que éramos campeones de Europa. En recompensa a tan gran victoria, me exigió que el próximo viernes no hubiera excusas para no acompañarle a bailar. No tuve más remedio que aceptar, lo que para mí era todo un reto. Le di mi palabra, y esbozó una sonrisa un tanto maliciosa.
Durante toda la semana tuve un sentimiento compartido de deseo y temor. No podía quitarme de la cabeza el compromiso que había contraído. Es más, Kurt no paró de recordármelo. Llegó el día de ser fiel a la palabra dada. Cual Quijote me enfrentaba contra los molinos de viento que eran mis miedos. Debía de enfrentarme a una realidad nueva para mí, sacar a bailar a una “chica”, además con el agravante de no poder expresarme de forma fluida, dado mi escaso dominio de la lengua de Voltaire.
Llegamos puntuales, sobre la ocho de la tarde, al baile. El ambiente era de lo más festivo. Ya había gente bailando en la pista. Fuimos derechos a la barra para que nos sirvieran dos jarras de cerveza, y nos sentamos en una mesa donde ya lo hacían varios jóvenes. Después de dar un vistazo al entorno, observé que no solo los chicos sacaban a bailar a las chicas, sino que ocurría de forma indistinta. Kurt no tardó en dejarme solo ante el peligro. Invitó a una rubia— “teutona” de ojos azules, carrillos sonrosados, de amplias caderas y generosos pechos— a bailar, y desapareció. Estando sumido en mi muda soledad, de repente escuché “danse avec moi s'il vous plaît“.
En principio no presté atención. No creí que se estaba refiriendo a mí, pero como no había ninguna otra persona sentada en la mesa, contesté: perdón “je ne comprends pas Français”. Era cuento sabía de francés. Ante mi cara de sorpresa, ella me cogió de la mano y me señaló la pista de baile. Cogido de su mano y asustado, nos dirigimos a la pista de baile. No era una “chica”, sino una mujer—para mí— de unos veinticinco o treinta años, de la que no recuerdo su nombre. Aún recuerdo: su silueta bien proporcionada, sus ojos claros, cabello castaño y tez blanca.
Bailamos varias piezas sueltas. Su forma de interpretar los ritmos de las melodías, mediante un insinuante contoneo corporal me excitaba, pero lo más pasional vino cuando comenzaron a sonar en la carpa melodías—lentas— intimistas. Ella sorpresivamente me estrechó con sus brazos y pude sentir la turgencia de sus senos. De repente sus labios con delicadeza besaron los míos. En ese éxtasis pasional, de forma súbita, sentí como su lengua se introducía en mi boca casi hasta la campanilla. ¡Será guarra!, pensé. Pero la excitación pudo más que la “cordura”. En una noche de verano a orillas del lago Lemán perdí mi virginidad. Mi primera experiencia sexual, que nunca olvidaré, por o a pesar de la lengua.
3/10/11
Contemplación
Hace algún tiempo, realice mí autorretrato literario, decía: Me miro en el espejo y observo mis rasgos físicos, esos que veo cada día al afeitarme, y, es curioso casi me resultan desconocidos, quizá porque hace demasiado tiempo que no reparo en ellos.
También detallaba los mismos tratando de interpretar en ellos mi historia vital, comentaba: Hay cicatrices de la vida marcadas en el rostro, y los ojos delatan el cansancio de tanto mirar para otro lado. El cabello negro, al igual que las cejas y la barba, se han tornado de color gris, como las cenizas de un ascua que se apaga. La comisura de los labios ya no esboza una sonrisa, la arquea el peso de la experiencia.
Hoy “siento” que el observador y lo observado, si bien son un todo global, son entes diferentes a los que el tiempo no afecta por igual.
Mi imagen reflejada en espejo es objetiva como lo son: los dolores articulares, la pérdida auditiva y de visón, y, el candor de mis nietos que me hacen saber que me tiemblan las manos. Un análisis empírico de la razón así lo confirma, pero “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.
Cuando logro despojarme de mi armadura, descubro no sin sorpresa, que el observador que contempla la imagen reflejada en el espejo no tiene edad. Es un ser que todo lo tiene pero nada posee. Su génesis el amor que se hace palabra. Su destino el retorno al silencio para “nacer”.
1/10/11
Razones para amar
La responsabilidad sin amor nos hace desconsiderados;
la responsabilidad con amor nos hace solícitos.
La justicia sin amor nos hace duros;
la justicia ejercida con amor nos hace fiables.
La educación sin amor nos hace contradictorios;
la educación recibida con amor nos hace pacientes.
La inteligencia sin amor nos hace ladinos;
la inteligencia practicada con amor nos hace comprensivos.
La amabilidad sin amor nos hace hipócritas;
la amabilidad que brota del amor nos hace bondadosos;
El orden sin amor nos hace mezquinos;
el orden conservado con amor nos hace generosos;
La pericia sin amor nos hace querer llevar siempre la razón;
la pericia desplegada con amor nos hace dignos de confianza.
El poder sin amor nos hace violentos;
el poder detentado con amor nos hace serviciales.
El prestigio sin amor nos hace altaneros;
el prestigio asumido con amor nos hace humildes.
Las propiedades sin amor nos hace avariciosos;
las propiedades utilizadas con amor nos hace desprendidos.
La fe sin amor nos hace fanáticos;
la fe vivida en amor nos hace pacíficos.
(Anónimo)
14/9/11
“Todo cambie para que todo siga igual”
Las señales cósmicas visibles en el firmamento,por ejemplo los cometas, así como fechas significativas por lo acontecido,han significado para los pueblos un presagio de un nuevo avatar. Si bien hemos avanzado tecnológicamente aún persiste en lo más profundo de nuestro ser un miedo atávico a todo augurio.
Hace unas semanas, el presidente de gobierno nos anuncio que la próxima convocatoria a las urnas seria el día 20 de Noviembre. Aquel anuncio que habitualmente no significaba más que la realización de un deber cívico para mí, al constatar la veracidad de la fecha, se transformó en un mal presagio.
Leí hace unos días un artículo en el diario La Vanguardia de Barcelona titulado “ Los pobres, a la derecha” de Miguel Ángel Aguilar. El articulista relataba : cómo ha cambiado el comportamiento electoral de los barrios obreros, que ceñían con cinturones rojos los núcleos burgueses de las grandes ciudades.
Algo de razón tiene.Ya hace algunos años que la conciencia de clase se ha perdido. Ya nadie se considera un trabajador —es un concepto peyorativo— hemos ascendido en la categoría social, somos como mínimo especialistas o técnicos con aspiraciones de clase. Que menos, podíamos esperar de un país pobre con pretensiones.
Uno ya tiene una cierta edad y es sabedor de que no siempre las cosas son lo que parecen. Porque ¿Es casual la fecha elegida para la consulta electoral? ¿O lleva implícita un mensaje para el votante de izquierdas? Las encuestas han demostrado de manera obstinada que la derecha gana las elecciones cuando la izquierda se abstiene.
El miedo al bárbaro es un recurso —no nuevo— blandido por la “nueva aristocracia” los políticos para perpetuarse o hacerse con el poder. ¿Que nos está pasado que aceptamos qué "todo cambie para que todo siga igual"?
16/8/11
¿Una nueva Ilustración?
Gaspar Melchor de Jovellanos
Hace poco más de dos siglos tuvo lugar en Francia la Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, supuso: la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad ¡Sapere aude! Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento, he aquí el lema de la Ilustración. Dos siglos después de lo acontecido para el hombre, me asalta una duda razonable, a pesar del tiempo transcurrido, de si lo hemos logrado.
La Ilustración sacó a la luz la esencia misma del filosofar: la filosofía no es una ciencia, sino una cierta actitud y un cierto modo de proceder ante lo que hay. Hicimos del empleo de la razón un instrumento para ser libres. La laicidad que nos aportó, fue despojándonos del peso de la púrpura y del temor a un Dios. Nuestros principios ya no son un mandato divino, sino basados en derechos que nos hemos otorgado por la razón. Pero hoy nuestra razón se hace pasiva y se transforma en una libertad sin riesgo en mera sumisión. Donde los principios logrados por su mediación, son simples intereses partidistas. La justicia es sometida por el nuevo dios de laicidad: el capital, y la mesura estandarte de la felicidad, en una vana búsqueda sin fin del deseo.
La determinación de un joven universitario de 26 años Mohammed Bouazizi, que se inmoló (17/12/2010) al serle confiscada por la policía Tunecina las frutas y verduras que trataba de vender, y la publicación a principios de año en Francia de un libro escrito por Stéphane Hessel cuyo título ¡Indignaros!, incita cuando menos a una reflexión. Ambos hechos son coincidentes en tiempo y en sentimiento, ambos buscan, uno de forma trágica y otro con un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica, recuperar la dignidad, ese límite frontera de lo que no debería ser y que sin embargo sabemos que es.
Estamos presenciando como el movimiento social 15M, al que muchos le vaticinamos una existencia de corto recorrido, a día de hoy, se está consolidando como conciencia crítica de la ciudadanía a pesar de la información sesgada que alguna prensa cautiva de los lobbying empresariales divulga. Este modelo de alzar la voz de manera pacífica y crítica a la vez contra las instituciones democráticas no es hecho casual o exclusivo de una sociedad, sino una acción global de los sin voz del planeta, contra la tiranía y el poder despótico del capital que se ampara en la invisibilidad de un mercado sin rostro ni alma.
15/8/11
“Soy hijo de los evuzok”: un evangelizador convertido
Presentación
-
Historia de Camerún que nos permitirá contextualizar el tema tratado en el lugar y momento histórico en que se produce.
-
Breve repaso de las corrientes etnográfica consideradas por Mallart así como de otras posteriores.
-
Comentario crítico de lecturas etnográficas realizadas para llevar a cabo el presente trabajo y sus conclusiones.
-
Conclusiones obtenidas.
-
Opinión personal
El antropólogo Lluís Mallart en su libro “Soy hijo de los evuzok” [1]nos narra sus vivencias en la comunidad de los Evuzok (Camerún), donde como misionero en el proceso de convertir al otro es convertido, haciendo de la necesidad virtud. Una nueva forma del conocimiento del hombre se abre ante él, cual es la Antropología, que le va a permitir comprender la cultura del pueblo evuzok, para lo cual se documenta leyendo a autores consagrados como: Durkheim, Mauss, Malinowsky, Radcliffe-Brown,Forde, Evans-Pritcharde, Lévi-Strauss… Son las lecturas de Malinowsky y de Lévi-Strauss, concretamente el libro “El pensamiento salvaje”, durante una convalecencia de una crisis de paludismo, lo que marcará su devenir como antropólogo.
Mallart nos describe de forma amena sus experiencias etnográficas, relatándonos los distintos trabajos realizados durante su larga estancia con los Evuzok (1963-1968). El autor reivindica una antropología participativa no sólo a nivel formal o físico sino psicológico o visceral: Ver la realidad a través de los ojos del nativo.
El presente ensayo tratará de dar respuesta a esta posibilidad planteada por Mallart. Para ello incluirá los siguientes apartados:
[1] Lluís Mallat “Soy hijo de los evuzok. La vida de un antropólogo en Camerún” Ariel Antropología 2007
Contextualización
Historia de Camerún
Aunque la presencia europea en Camerún data del siglo XV, al igual que en la mayor parte del continente, durante siglos no fue más allá del establecimiento de unos pocos puntos comerciales en la costa. Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, los europeos se plantean la ocupación de las tierras del interior del continente y el inicio de la dominación de las poblaciones autóctonas.
En 1884, Camerún era anexionado por Alemania y comenzaba entonces realmente la época colonial. Camerún, como la mayoría de los países africanos, fue diseñado desde Berlín, Londres o París, donde se trazaron las líneas arbitrarias que darían lugar a los países actuales del continente africano y que poco o nada tienen que ver con las divisiones geográficas, culturales, o políticas existentes con anterioridad a la época del colonialismo europeo.
A partir de esas mismas fechas de finales del siglo XIX, comienzan a llegar a Camerún misioneros católicos, baptistas, presbiterianos, etc. que serán los responsables de la introducción de la cultura europea. Después de la Primera Guerra Mundial, los territorios alemanes en África se entregaron como premios a los vencedores de la contienda, repartiéndose Camerún entre ingleses y franceses, quedándose los primeros con los territorios que lindaban con Nigeria y los franceses con el resto.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se inicia un rápido proceso de descolonización de África y en 1960, Camerún obtiene su Independencia. Pero antes, Inglaterra propone a consulta de los habitantes de las regiones de Camerún ocupadas por la corona inglesa, un referéndum para decidir si desean formar parte del nuevo Estado o prefieren unirse al vecino Nigeria. Como resultado de este referéndum las regiones del norte pasaron a ser parte del territorio de Nigeria y la región costera del sur formó parte del nuevo Estado de la Confederación de Camerún que mantuvo una relativa autonomía entre las regiones anglófonas y francófonas.
En 1972, la Confederación de Camerún fue reemplazada por una República Unida de Camerún. La unificación tuvo efectos negativos para determinadas regiones e instituciones. Así, las regiones anglófonas, minoritarias en población, vieron como el poder político al centralizarse caía mayoritariamente en manos de personas de ascendencia francófona por lo que creían que sus intereses no estarían bien representados. Y por otra parte la nueva Constitución, más centralista que la de la Confederación acababa con las capacidades políticas y administrativas de las autoridades tradicionales.
A partir del acceso al gobierno del Presidente Paul Biya que sustituyó al primer Presidente Ahidjo, las continuas revueltas que se extendieron por todo el país llevó al gobierno a pactar una nueva Constitución que devolviera en parte la capacidad administrativa regional existente en los tiempos de la Confederación de Camerún.
Es fácil de comprender que estos problemas en la administración de los asuntos internos son una de las herencias de la época colonial. Por ejemplo, el cisma entre anglófonos y francófonos es un ejemplo primario. Más sutil es la explotación económica continuada de Camerún por los antiguos dueños coloniales, que no han permitido un desarrollo industrial y comercial de Camerún.
En la relación con la situación descrita sobre Camerún, conviene tener presente que un nuevo espíritu se impuso en la carta de constitución de las Naciones Unidas. Dicha carta asentó como norma fundamental para la convivencia en el nuevo mundo el principio de la “autodeterminación de los pueblos”, presente en el acta de constitución de este organismo supranacional, reflejada en el texto de la resolución 1514 de 1960 que lleva el título elocuente de “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”.
También es interesante considerar que en 1961 EEUU interviene militarmente en Vietnam y en 1962 se produce la crisis de los misiles, lo que acentúa “la guerra fría” potenciando más el sistema de bloques.
Corrientes etnográficas
Funcionalismo
El funcionalismo nacía en el ámbito temporal de los años siguientes a la Primera Gran Guerra, los de la década de los veinte, cuando las potencias vencedoras, retornaban con nuevos bríos expansionistas a un mundo colonial que comenzaba a transformarse lentamente, después de mucho tiempo de dominación, y que por otro lado comportaba la imagen de la grandeza occidental en el pasado.
El funcionalismo, que hundía sus raíces en la escuela sociológica francesa de E. Durkheim y cuyo concepto de la sociedad respondía al símil del organismo vivo en el que la vida del mismo se supedita a la armonía de sus órganos, concordaba con los anhelos occidentales de un apacible mundo colonial.
Es a comienzos de los años veinte cuando se publican los primeros trabajos funcionalistas, llevados a cabo en los últimos años del conflicto. Sus autores serán, sin embargo, los grandes forjadores de una sólida y precisa etnografía, que les permitirá consolidar definitivamente la disciplina antropológica mediante la aportación de una metodología modélica que advertimos tanto en B. Malinowski como en A.R Radcliffe-Brown, sus grandes impulsores.
Frente a la especulación generalista de los evolucionistas, y frente al difusionismo historicista, los funcionalistas proponen un conocimiento sincrónico de la sociedad, en el que los distintos elementos que la componen sean estudiados significativamente dentro de un contexto, lo cual en Malinowski constituye el presupuesto básico a la hora de establecer su teoría general de la cultura.
Los estudios funcionalistas se definen por el rigor de su conocimiento etnográfico, llevado a cabo en comunidades de pequeña escala y a través de una larga permanencia en el seno del grupo estudiado, tal como se pone de relieve en la obra de Malinowski y en la de Radcliffe-Brown.
La experiencia etnográfica de Malinowski puede considerarse muy intensa y prolongada (islas Trobiand 1916). Radcliffe-Brown realizó por estos mismos años su trabajo de campo más restringido entre los nativos de las Islas Andamán, comenzando una obra que se haría con el tiempo mucho más teórica, como se desprende de la larga serie de artículos contenida en Estructura y función en la sociedad primitiva (1952), aunque no exenta de una sólida defensa de la observación sistemática de los hechos etnográficos como parte sustantiva de la construcción antropológica.
Así, las obras de Malinowski y de Radcliffe-Brown representan la madurez del procedimiento etnográfico, la cristalización de un proceso iniciado tiempo atrás, caracterizado por un enfático realismo y por un riguroso cientifismo.
La gran conquista de Malinowski fue la aplicación de un procedimiento para penetrar en la mentalidad de los nativos consistente en la observación participante, a partir de la idea de que sólo sumergiéndose en una cultura y siendo uno de los estudiados, el observador puede descubrir y analizar las relaciones entre los elementos que componen dicha cultura.
La observación participante es para Malinowski (1944) la clave del análisis funcional, en tanto que ninguna función puede ser aprehendida fuera de este procedimiento. Este análisis funcional es tan exhaustivo que le lleva a la consideración de entender que la historia en el ámbito de la antropología no produce el soporte científico necesario.
La historia es para Malinowski una nebulosa cuya interpretación es siempre especulativa, de lo que deduce que la labor del antropólogo se ha de reducir, sistemáticamente, a la identificación de una relación unívoca entre instituciones y funciones.
La defensa por parte de Malinowski del procedimiento etnográfico de la observación participante, la huida de cualquier especulación diacrónica y la apuesta por consideraciones puramente sincrónicas, dieron lugar al éxito de un modelo de monografía etnográfica,que no sólo sería propia de los funcionalistas en el futuro, y que se asentaba firmemente en una prolongada observación participante -de dos años al menos- y se caracterizaba por la zambullida plena del autor en la cultura estudiada. Esta fórmula encuentra en Los argonautas del Pacífico Occidental (1922) de Malinowski su modelo perfecto.
A este estilo de presentar los hechos examinados en el más puro presente etnográfico, como si el tiempo no transcurriera, y que dominará durante décadas el panorama antropológico, persistiendo aún en nuestros días, se le llamará realismo etnográfico.
La gran diferencia con la etnografía anterior, “boasiana”, aparte de su énfasis en la intencionalidad cientifista es el empeño por captar nítidamente la imagen del «otro», y por dejar oír su voz.
Estructuralismo
El estructuralismo surge en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial cuando el mapa colonial se ha transformado y camina hacia un drástico cambio, y cuando las sociedades exóticas que habían atraído la atención de los etnógrafos están a punto de desaparecer, lo cual si bien no supuso una crisis en el objeto de la antropología - porque dichas sociedades eran una parte más del objeto - sí una limitación del mismo.
La corriente, de adscripción básicamente francesa, al menos en sus orígenes, tomaba por referente la escuela sociológica francesa de Durkheim y Mauss, al igual que lo había hecho el funcionalismo inglés. Mas la atención no se centra en aprehender la función de los elementos, como sucedía en éste sino en comprender las estructuras del pensamiento que rigen el sistema analizado.
La antropología estructuralista guarda una estrecha analogía con el método fonológico del círculo de Praga, de Trubetzkoy y de Jakobson, al considerar los elementos de la cultura al modo que los fonemas forman elementos de significación. Ello se entiende al considerar que es la lingüística estructuralista la fuente de inspiración de la antropología estructural, a la que se añaden las influencias del psicoanálisis y otras más remotas de los pensadores ilustrados.
Con estos caracteres, la metodología estructuralista parte necesariamente de una vívida experiencia etnográfica marcada por la sincronía de los acontecimientos examinados, cuya pretensión no es la captación minuciosa de los hechos.
Esta actitud intermedia que se advierte en la antropología estructural de C. Lévi-Strauss, el conocido creador, fue la que desarrolló durante su trabajo de campo en América del Sur, al objeto de poder penetrar en cada aspecto de la sociedad y la cultura -el parentesco y la mitología son los preferidos- y descubrir su red de oposiciones binarias partiendo de la función estructuradora de la mente de los actores.
Dicha mente, según Lévi-Strauss, se comporta de manera análoga en todos los lugares y en todas las épocas, en tanto que racional, universal y eterna. La tarea del etnógrafo consiste, pues, en describir las pautas observables, y reconstruir antropológicamente las estructuras más profundas.
El hecho de que la etnografía al estudiar una sociedad descubra la distinción entre lo que los individuos hacen y lo que dicen que hacen, que ya fue puesta de relieve por B. Malinowski, es la razón de la concepción estructuralista que, sin embargo, tiene un propósito deductivo-inductivo, mientras que el de los funcionalistas, al revés, era más inductivo-deductivo.
Esta visión estructuralista de la sociedad que se advierte en C. Lévi- Strauss es similar a la que se percibe en E. Leach al defender un enfoque racionalista contrario al empirismo que había caracterizado a los funcionalistas ingleses. Los estructuralistas atribuyen al etnógrafo una labor consistente en descubrir la estructura de las ideas que tienen los individuos, por encima de sus conductas aparentes, más fingidas que reales.
La nueva etnografía
Con posterioridad al nacimiento de la antropología estructuralista, a finales de los años cincuenta, surgen otras corrientes que como ésta abordan los fenómenos culturales como sistemas ideacionales.
Una de éstas, al igual que el estructuralismo influenciada por los planteamientos teóricos de la lingüística, será la llamada «nueva etnografía», bajo el impulso inicial de W, Goodenough y de otros autores como S. Tyler, C, Frake, P, Kay, etc.
Esta corriente nacida en la Universidad de Yale entiende cada cultura como un sistema de cogniciones compartidas. Tales cogniciones, creadas por el intelecto humano, explican la organización de las cosas, de los acontecimientos y de las conductas, considerando que el intelecto humano genera cultura valiéndose sólo de un número finito de reglas, con intervención del inconsciente.
Consecuentemente, sólo una intensa labor etnográfica puede descubrir la utilización de las reglas que guían cada cultura, en efecto, tales postulados, se hallan muy próximos a los principios de la antropología estructuralista.
Pero, así como los estructuralistas defienden la búsqueda de reglas universales, válidas para todas las culturas, los integrantes de la «nueva etnografía» -también llamada etnociencia o etnosemántica- constriñen su búsqueda a las reglas de cada cultura en concreto.
Para lograrlo, los cultivadores de la «nueva etnografía» han recurrido al análisis de las formas con que los individuos integrantes de una cultura perciben su mundo, valiéndose los investigadores de la utilización de la perspectiva emic o interna, esto es, adoptando el observador el punto de vista de los observados, frente a la perspectiva etic o externa, en la que prevalece el punto de vista del observador.
Etnografía simbólica
Al igual que el lector del texto no podría entenderlo sin desvelar sus claves semánticas, el estudioso de una cultura no puede entender ésta sin descifrar los símbolos que contiene, y que se hallan velados en el entramado que los esconde.
En consecuencia, el procedimiento etnográfico consiste en asimilar la cultura estudiada a un «texto» codificado que los individuos que la integran leen permanentemente, y que el antropólogo debe tratar de interpretar, cual si de un texto literario se tratara, poniendo de manifiesto el valor de los códigos empleados por los actores en su vida cotidiana.
Cuando el etnógrafo estudia una cultura lee un libro complejo en el que la polisemia, la metáfora y la elipsis copan el texto y donde no faltan los equívocos y los deslices. Para poder comunicar el contenido del libro de la cultura, el etnógrafo debe transcribirlo, esto es, interpretarlo, como explica C. Geertz en su conocida obra La interpretación de las culturas (1973).
Según el mismo autor, los distintos acontecimientos sociales contienen una dimensión simbólica que el etnógrafo puede abstraer, en forma de una totalidad empírica susceptible de ser estudiada. El propio Geertz ha empleado este procedimiento semiótico y marcadamente interpretativista para estudiar la religión bajo el convencimiento de que los símbolos sagrados sintetizan una variada información acerca de la cultura estudiada.
Posmodernista
La obra antropológica de C. Geertz, de clara orientación simbólica se convertirá en el punto de arranque del posmodernismo y su autor será elevado a la condición de abanderado desde su magisterio de la Universidad de Princeton, que poco a poco perdería con el tiempo, al ser rebasado por sus compañeros de movimiento.
En el interpretativismo de Geertz (1980) se contiene el germen de lo que había de ser la nueva tendencia. En la misma se abogaba por una especie de meta-etnografía, en la que el antropólogo había de transmitir los textos que los nativos «leían» a partir de un aspecto o un tema elegido como materia de investigación.
En este aspecto o tema se ponían de relieve los significados de las formas públicas que adoptaban los símbolos en el seno de lo que viene a ser un diálogo entre los estudiados y el lector, donde el antropólogo hace de intermediario, muy lejos de lo que había sido la atemporalidad romántica de los pioneros de la «monografía etnográfica».
El etnógrafo dejaba de ser el apasionado descubridor de una cultura de la cual levantaba un acta en presente, para asumir el papel de redescubridor de una cultura en la cual vive y de la cual narra las vivencias nacidas de su convivencia con los individuos que ha conocido. Precisamente, esta narración temática confiere una diacronía a los acontecimientos, que constituye el contrapunto con la etnografía monográfica.
Para estos firmes entusiastas de la etnografía como texto, el etnógrafo se convierte en el autor de una retórica creada por él mismo, en una suerte de cultivo literario, en el que el autor se sitúa a un paso de la condición de novelista, lo que le implica en un papel creador.
El documento etnográfico, convertido así en texto literario, deja de contener el discurso del observado, que parecía ser el objeto primordial de la antropología más renovada, para hacerse cargo de un papel en el que el etnógrafo se convierte en portador de una representación ajena.
Este énfasis interpretativista ha supuesto un salto cualitativo que se ha sustanciado en una defensa de la etnografía reflexiva y que se hace manifiesto en la estructura novelada de sus trabajos, en los que no faltan los comentarios y hasta las exclamaciones del etnógrafo, al hilo de su estancia etnográfica, junto a los diálogos con los individuos que han dado vida a su experiencia de campo.
Estos individuos se convierten en el epicentro de la construcción etnográfica por contra de lo que sucedía en las construcciones realistas de la época colonial, en las que era el sistema o la organización social el núcleo del examen etnográfico.
El etnógrafo trata de reflejar su experiencia mediante un texto literario, cuyo arte consiste en el uso de la metáfora y de todas las figuras que hagan posible una retórica con capacidad de comunicar al lector las vivencias más profundas.
Los trabajos de J. Clifford, de G.E. Marcus y M. Fischer, de P. Rabinow y de V. Capranzano son exponentes de esta etnografía retórica y posmoderna, en cuyo extremo se sitúan los trabajos de S.A. Tyler. Con Tyler (1991), el viejo representante de la «nueva etnografía», el texto etnográfico se convierte en evocación poética de la experiencia pasada, en una alegoría vivencial y experiencial que trata de hacer partícipe al lector de la convivencia del autor con otras personas, valiéndose para ello de un sorprendente lirismo, cuya praxis se hace extraordinariamente evidente en el relato de P. Rabinow (1992), respecto de su experiencia de campo en Marruecos.
Comentario crítico de algunas lecturas etnográficas.
Lluís Mallart no es un “Antropólogo” al uso, no se forma en la Universidad sino que es la curiosidad y el empirismo en la praxis del “trabajo de campo” lo que paulatinamente logra su desarrollo profesional, ha utilizado distintas corrientes etnográficas, su dilatada estancia en la comunidad de los Evuzok le han permitido elaborar diversos trabajos sobre: el parentesco, la salud, la enfermedad, brujería etc.
Él toma contacto con los evuzok en 1963 después de permanecer durante dos años aprendiendo el idioma de la citada comunidad (en Kribi), obviamente, no con el propósito de poder estudiar su cultura, sino como medio de comunicación para su objetivo primario, que no era otro, que la evangelización de la comunidad, el estatus de misionero y temporalidad le permite una relación fluida y fraternal con los residentes de donde funda la misión.
Estas circunstancias le confieren a Mallart una particularidad que no observamos en otros antropólogos que realizan estudios etnográficos –funcionalismo/estructuralismo- mediante trabajos de campo “observación participante”
El desconocimiento de la lengua de la comunidad que se pretende estudiar, la limitación de recursos económicos, delimitan el tiempo del que dispone el etnógrafo para la realización del mismo. Estos factores obligan a la necesidad de contar con la colaboración de un intérprete “informante”.
La lectura y comentario de dos publicaciones de trabajos etnográficos: El antropólogo inocente de Nigel Barlley[1]; y Estampas de El Ejido de Mikel Azurmendi [2] nos son de utilidad para evidenciar ambas afirmaciones.
El antropólogo inocente
Se pregunta Barley en primer capítulo: “¿Por qué voy a querer hacer trabajo de campo?”[3] . Al realizar un trabajo de campo el antropólogo tiene la potestad de decir: “yo estuve allí” y por lo tanto esto da una cierta autoridad sobre él público en general y, sobre todo, sobre los colegas antropólogos. El autor habla de “su” pueblo y se puede jactar en describir todas las costumbres registradas por su lápiz y su cámara, costumbres descritas por páginas y páginas de información que muy pocas veces caerán en el público “informal”, tesis que sólo se discutirán en círculos académicos.
El libro se estructura en trece capítulos que reconstruyen la secuencia tradicional del proceso etnográfico: elección de una comunidad, preparativos para iniciar el trabajo en el campo, observación participante, abandono de la comunidad y retorno al ámbito académico.
En los primeros capítulos observamos las vicisitudes sufridas al iniciar los preparativos para emprender el estudio de campo y su primer choque con la burocracia africana, que parece hacer todo lo posible por impedir su llegada a Camerún.
La llegada de Barley al mundo Dowayo produce textos valiosos para entender las dificultades que reporta el intento de participar en una cultura desconocida. Este enfrentamiento a su objeto de estudio inspira una serie de reflexiones agudas e ingeniosas sobre la esencia de la tarea antropológica.
A partir de este encuentro nos sumerge en la rutina de la aldea narrando los múltiples obstáculos que enfrenta para licitar y registrar sus datos, las artimañas de los Dawayos para reírse de su antropólogo, sus emociones y desánimo ante su objeto de estudio.
Las experiencias relatadas nos confirman que él antropólogo no logra ser uno más de los “nativos” de la comunidad estudiada y será siempre visto como alguien conveniente en algunos aspectos y, por sobre todo, inconveniente por sus continuas y absurdas preguntas y por su escasa comprensión de los códigos sociales, situación que genera la conveniencia de contratar un informante (Matthieu).
En la mayoría del trabajo antropológico cuando se habla del sistema de parentesco se dicta muy tranquilamente a que sistema corresponde al tipo representado por la comunidad x (crow, esquimal, etc.).
El sistema de parentesco según nos muestra Barley es un aspecto muy difícil de desentrañar, primero por las carencias que presupone no manejar un lenguaje aborigen y segundo por lo difícil que resulta encontrar el modo exacto de las formulaciones de preguntas (preguntarles como llaman a su abuelo, sin que los habitantes del pueblo maneje qué significa “abuelo”, es una actividad que requiere mucha paciencia).
Barley asoma de cuando en cuando a través de su relato de las relaciones de parentesco que se comienzan a dibujar gracias a las observaciones, pero sobre todo, a través de las incesantes preguntas.
Sólo una relación muy notable de parentesco podía hacer que se obviara el principio de separar las generaciones, como ocurría con su joven ayudante Matthieu:
“En África la edad confiere categoría; los dowayos muestran respeto hacia alguien dirigiéndose a él con el tratamiento de «viejo». Así, los sabios ancianos y venerables me llamaban «viejo» o «abuelo».
Era un escándalo que un niño de diecisiete años [su ayudante] estuviera presente en las conversaciones de mayores tan eruditos como nosotros. Para mí podía resultar casi invisible, pero a los dowayos les resultaba imposible no reparar en él.
Andando el tiempo, los ancianos empezaron a despedirlo perentoriamente antes de entrar en temas serios, de modo que yo tenía que consultarle después si había surgido algún problema lingüístico. Por fortuna, un obscuro parentesco lo unía con el principal brujo propiciador de la lluvia y ello bastó para excusar su presencia en los primeros tiempos”.[4]
Este libro podemos leerlo como un referente de los obstáculos que un antropólogo ha de sortear para llevar a cavo un “trabajo de campo”, no obstante podemos leer la siguiente afirmación de Mallart:
“Un antropólogo puede, y estoy convencido de ello, contribuir con su reflexión a profundizar en la teoría antropológica sin necesidad de participar, él mismo, la etnografía; un antropólogo pude hacerlo, es cierto; pero la antropología, como disciplina, no puede prescindir de la investigación etnográfica”[5]
También realiza un breve comentario respecto el texto etnográfico de Barley:
“La caricatura que dibuja Nigel Barley en su libro El Antropólogo Inocente sobre el estudio de las sociedades exóticas y el trabajo de campo puede contribuir a consolidar estas posiciones. El éxito que ha tenido en nuestro país es sospechoso. Una manera quizá inconsciente de encontrar, a través de sus divertidas páginas, un argumento más que justifique la ausencia casi total en nuestras universidades de una investigación antropológica (y etnográfica) abierta al exterior.”[6]
Estampas de El Ejido
Este trabajo etnográfico pone en evidencia las subjetividades (prejuicios) del observador que van a condicionar el “trabajo de campo” así como su análisis posterior y por ende el proceso reflexivo que toda memoria etnográfica requiere.
Mikel Azurmendi, antropólogo vasco - paradójicamente miembro del foro para la integración social de los emigrantes- realiza un estudio etnográfico sobre la emigración en el pueblo El Ejido, a raíz de unos acontecimientos acaecidos en el mismo en febrero del 2000.
Todas las obras en las que se trata de analizar alguna sociedad distinta de la del autor, y esta lo es, requieren un cierto aprendizaje sobre los presupuestos mínimos sobre lo que esta sociedad se asienta. En este caso a tenor de la bibliografía que aporta el autor, no se ha documentado, “el buen etnógrafo no puede esperar tener éxito sin un habito amplio de lectura”[7].
Da fe de lo relatado un comentario –reiterado en la obra “cultura del trabajo”- inquietante que afirma que “no vienen de una cultura de trabajo sino de una próxima al ocio”[8]. Muchos de estos lugares de los que preceden los emigrantes, han sido los lugares centrales de la práctica de la esclavitud y, como todos sabemos, la cultura de los esclavos es una cultura del ocio (!).
En el referente de los “prejuicios” es obvia la aversión hacia el emigrante y en particular al marroquí, en un momento de la obra se dice:
“Pero también he advertido que más que a una causa ideológica que actuaría en la producción de esas divergencias (verbigracia el racismo de esta gente o la supuesta historieta facciosa del moro contada secularmente en suelo andaluz) existiera una causa específica tal como la especial disposición de muchos trabajadores marroquíes a ahorrar el máximo en el menor tiempo posible a costa de soportar una vida penosa y hasta vejatoria. Es decir, advierto en muchísimo de ellos, por no decir en su mayoría, una disposición hacia la autodegradación del límite de la dignidad personal”[9].
Me parece que hay que entender aquí que la mayoría de los marroquíes están dispuestos a degradarse como personas, pasando incluso el límite de la dignidad personal en aras de ahorrar y por ello viven en unas condiciones de vida que no son aptas para personas humanas.
Hay tres cosas que llaman la atención. La primera es que si se lee el libro se descubre que también los ejidenses ahorraban y en un principio vivían en condiciones precarias, pero mientras que estos eran titanes, “héroes cotidianos”, en esta situación los marroquíes se autodegradan.
En segundo lugar, esta autodegradación no parece responder a ninguna circunstancia objetiva, externa a los propios marroquíes (la falta de agua, las malas condiciones, los precios altos del alquiler, etc) sino que responde a una disposición a ahorrar. Por último hay que insistir en que esta observación es un ejemplo típico de hacer a la víctima culpable.
Aunque breve, el comentario de la lectura de este estudio etnográfico, considero que es suficiente para explicitar lo que nunca debe ser un estudio antropológico.
[1]Nigel Barley “ El antropólogo y nocente” crónicas Anagrama,2007
[2] Mikel Azurmendi “Estampas de El Ejido” Ed.Taurus,2001
[3] Nigel Barley Ob.Cit p.21
[4] Nigel Barley. Ob.Cit p.89
[5] Lluís Mallat Ob.Cit p.6
[6] Lluís Mallat Ob.Cit p.6
[7] M.Hammersley ; P.Atkinson “Etnografía métodos de investigación” Ed. Paidos 2ªedic 1994 p.261
[8] Mikel Azurmendi O.Cit p.306
[9] Mikel Azurmendi O.Cit p.346
Conclusión
Cuando Mallart llega a Camerún, el colonialismo toca a su fin y el mundo se halla dividido en dos bloques, estas circunstancias junto a la ubicación geográfica (Sudoeste Central del Camerún) y la escasa densidad demográfica (7 hab / Km2), confieren a la región donde se halla el poblado Nsola de la étnica de los evuzok la característica de “exótica” propia de época colonial pretérita.
La propuesta que nos propone Mallart “Ver la realidad a través de los ojos del nativo”, si bien sería “deseable”, es inviable en el mundo actual globalizado donde el etnógrafo es culturalmente foráneo y ajeno a la sociedad que estudia. En la actualidad se está dando paso al investigador nativo porque aunque el efecto de distanciamiento cultural parece ausente, posee ventajas significativas: conoce la lengua y la cultura que está estudiando.
La característica básica de la “observación participativa” es la estancia, que lleva implícitos unos recursos económicos que le permitan al investigador periodos de estancia en la comunidad “objeto de estudio” superiores a un año (Malinowski sugiere en “Argonautas” al menos dos años).
La realidad de las condiciones económicas y materiales se imponen a los deseos del investigador, lo que le obliga realizar su estudio en un periodo de tiempo más corto. El conocimiento de la lengua es otro factor sustancial para la realización del trabajo de campo. La ausencia del conocimiento de la misma por la falta de tiempo, obliga al investigador a depender, para la realización de estudio, de un “informante”, lo cual implica una subjetividad en la información “objetiva” del estudio.
Existen ámbitos de la investigación etnográfica que precisan una comprensión casi perfecta del idioma, especialmente cuando se trata de acceder a las mentalidades y las creencias de la comunidad de estudio.
El libro de Nigel Barley es un “fiel reflejo” de las dificultades que actualmente tienen los antropólogos, a la hora de hacer etnografía.
La técnica de “observación participante” requiere un conocimiento documental previo del “objeto de estudio” así como un distanciamiento –no ausencia de participación- que permita recopilar conocimiento objetivo sin contaminar, por prejuicios culturales.
El libro comentado del antropólogo Azurmendi[1] es un claro exponente de lo que no ha de ser un antropólogo.
Finalmente, otro inconveniente a destacar ya comentada sería el fin del colonialismo que se hace más ostensible con el hecho histórico de la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y sus consecuencias: fin de la guerra fría, desaparición de los bloques y el nacimiento del mundo globalizado, Circunstancias todas ellas que harán desaparecer de forma paulatina e inexorable las etnias “exóticas”.
Las condiciones de “temporalidad” hicieron posible que Mallart realizara sus estudios etnográficos mediante el método de “observación participante” le confieren un grado de excepcionalidad que no permite la comparativa alguna con otros antropólogos.
En consecuencia deducimos de lo expuesto en este ensayo que la propuesta de Mallart “Ver la realidad a través de los ojos del nativo” es refutable.
No podemos por menos que sentir emoción al leerle, y gradecer su gran aportación acervo epistemológico de la antropología Europea.
No quisiera terminar si la emocionada despedida que relata en las dos últimas páginas del libro “Soy hijo de los evuzok” que nos dan testimonio del humanismo que siempre le ha acompañado:
«Quan els evuzok donen la benedicció a un dels seus fills és perquè tingui un bon viatge, certament, però sobretot perquè retorni al seu país (…). Fins ara sempre havies tornat…», le dice mama Jeanne «Soc vella, ja no ens veurem mes».[2]
Opinión personal
A partir de las lecturas comentadas, deseo hacer un comentario personal a la obra de Mikel Azurmendi desde la visión de un emigrante. Yo lo fui en los años 60 en Europa y me fue difícil integrarme. No conocía el idioma, el tipo de cultura de la que procedo era en aquellos tiempos muy distinta a la de acogida; pero tuve la suerte de no ser explotado, era un país democrático, tenía obligaciones que cumplir, en reciprocidad derechos que me protegían. ¿Cabe decir lo mismo en nuestro país?, no hay nada peor que la amnesia histórica o el “síndrome del converso”.
La citación y comentario del libro del antropólogo Mikel Azurmendi, no tiene otro objetivo que el de exponer de una forma extrema la ausencia documental y la subjetividad del observador a través de los prejuicios de los que hace gala el autor, en ningún momento son un reflejo de los profesionales de la antropología.
Bibliografía
1. Paul Bohannan; Mark Glazer “Antropología Lecturas” 2ª Ed.McGraw-Hill 1993
2. Jacques lombard “Introducción a la etnografía” Alianza Editorial 2005
3. ConradPhillip Kottak “Antropología Cultural” 11ªEd. Ed.McGraw-Hill 2006
4. Martyn Hammersley; Paul Atkinson “Etnografía Métodos de investigación” 2ª Ed. Paidós 1994
5. Josp R.Llobera “La identidad de la antropología” 2ª Ed. Anagrama 1999
6. Mikel Azurmendi “Estampas de El Ejido” Ed. Taurus, 2001
7. Nigel Barley “El antropólogo inocente” Ed. Anagrama 2007
8. Clifford Geertz “El antropólogo como autor” Ed. Paido 1989
9. Lluís Mallart “Soy hijo de los evuzok”2ª Ed. Ariel Antropología 2007
[1] Mikel Azurmendi O.Cit
[2] Lluís Mallat “Sóc fill dels evuzok. La vida d’un antropoòleg a Camerún” La Campana 1992 p.270
26/7/11
De aquellos polvos vienen estos lodos
Un día si, otro también, nos desayunamos con que la prensa nos informa de nuevos acontecimientos de lo económico, cuya repercusión en el orden social presagian un futuro incierto, provocando en el ciudadano un estado catatónico de su voluntad fruto del sentimiento de impotencia ante los mismos.
La crisis global que padecemos generada por la codicia de unos pocos y ciertamente por la ignorancia de una mayoría, genera en el ser humano la tendencia a buscar un chivo expiatorio a su desgracia. En razón a la escala social a la que pertenecemos, solemos elegir la víctima en la que descargar nuestra ira, ¿por qué nosotros no somos culpables, sino victimas? Es una rara avis en nuestro país aquel que, tras reflexionar sobre lo acontecido reconoce públicamente su parte de culpabilidad.
Identificar la, o las posibles causas que han propiciado la situación socioeconómica actual se escapa a mis posibilidades de conocimiento objetivo de las mismas por lo que todo análisis de la situación sería mera especulación. Sin embargo si me atrevo a opinar sobre las causas que, a mi modesto entender, están propiciado el proceso regresivo a tiempos pretéritos que creíamos superados, en el ámbito del ICS.
Nuestro sistema de salud es uno de los mejor valorados en el ámbito de la comunidad Europea por su calidad asistencial, así como por su contenido social. Nuestro sistema es universal y su financiación es a cargo de los presupuestos del estado, lo que le confiere el rango de derecho y no de un logro por el ciudadano. Su asistencia no solo cubre a los nativos sino que se hace extensiva a todo individuo residente sin exclusión por razón de procedencia.
Todo derecho, la atención sanitaria y prevención de la salud es uno de ellos, debe o debería llevar implícito para aquel que lo percibe el deber del buen uso. Es fácil constatar que aquello que obtenemos sin esfuerzo queda devaluado y en consecuencia tendemos al despilfarro. Nuestro país, mal que nos pese, aun con pretensiones es pobre, motivo por lo cual cualquier mal uso de nuestros recursos—sanitarios— es el despilfarro de la miseria, al que unos—usuarios— por mal uso, y otros—administradores— por la mala gestión de los mismos, hemos contribuido.
Las restricciones que el ámbito de la asistencia sanitaria (ICS) está imponiendo nuestro gobierno, es consecuencia que: de aquellos polvos vienen estos lodos. Si existe algún oficio capaz por sí mismo de generar demanda es sin duda aquellos vinculados con la salud y en la cúspide del ranking se halla la medicina. La tecnología ha adquirido un gran protagonismo en el área de la salud. Los profesionales de la medicina han abandonado en aras de la técnica, el mejor instrumento para el diagnóstico que un eminente doctor, el Dr. Gregorio Marañón sugería que no era otro que una silla para sentarse a escuchar al paciente. A día de hoy los médicos son valorados por sus pacientes en función del número de pruebas diagnosticas que le solicita y el costo de fármacos receta para su tratamiento.
Se da la paradoja que un hospital de nuestra comunidad—posiblemente no en el único— el departamento de diagnóstico por la imagen posee tres resonancias magnéticas y tres escáneres que funcionaban prácticamente las veinticuatro horas del día durante todo el año antes de la consabida crisis y ¿ahora solo por la mañana? Uno se pregunta si los pacientes son los mismos y con anterioridad era impensable diagnosticar sin las pruebas pertinentes, o antes se abusaba de las pruebas diagnosticas o ahora se hace mala praxis (criterios de la lex artis).
En los dos supuestos cabe pedir a los gestores de la institución responsabilidades y no buscar atajos reduciendo el salario de los trabajadores y hacer a la victima culpable al cargar los costos sobre el usuario mal acostumbrado.
De aquellos polvos tenemos esto lodos.